El relato de las mujeres
Un chico con el pelo recogido en una coleta; un minusválido en silla ortopédica, una chica con blusa ancha y rostro afable, una mujer elegante y solvente de 70 años, jóvenes que van al Parlamento siempre con camiseta…
La imagen de los y las políticas está cambiando. Y este es ya un mensaje, que nos dice que se debería acabar no sólo con los trajes oscuros, las corbatas serias de los hombre y los trajes chaquetas de las mujeres que tanto parecen la versión femenina del mismo, sino que debemos contemplar la diversidad de personas que quieren hacer política institucional o partidista. Y que hay que cambiar de cultura política, de objetivos, estilos y maneras de hacer. Que hay que romper con una cultura política formalmente ordenada y correcta en las formas, pero profundamente inmóvil, de discursos resecados, y con tendencia autistas. Y lo que es peor, generadora de desigualdades crecientes y de un doloroso desgarro del tejido social.
Hay una corriente de fondo, imparable. Y en esta corriente, las mujeres aparecen a menudo como líderes, tomando en sus manos las riendas del cambio que nuestra sociedad demanda. La naturalidad con la que se ha ido aceptando su creciente presencia pública, nos indica dos cosas: que ellas han sabido entender lo que tenían en común con la energía transformadora que está empujando las transformaciones … Y que el trabajo realizado para que las mujeres pudieran dar su versión de los asuntos colectivos (recordemos que en los 80 la presencia de mujeres en la política institucional no rebasaba nunca el seis por ciento) ha sido útil. Se trata ahora de llenar de contenido y de formas de hacer diferente, aspectos fundamentales de la vida política. Se trata de cuestionar – sumándose a la corriente que quiere cambios de prioridades- una manera de hacer política, útil en sus inicios, pero desajustada en estos momentos. Ahora vuelve a tocar poner al ser humano en el centro de la política, redefinir los objetivos de la misma, y transformar la manera de hacer política, la «cultura» política. Y ésto incluye tanto los partidos y sus dinámicas como la forma de relacionarse con la ciudadanía, la forma de escuchar, negociar, hablar, introduciendo criterios éticos y de servicio …
Pero para éllo hay que construir otro discurso, diferente del clásico. Hay que seguir el consejo de M. Pearl, cuando nos dice: Quién controla las historias tiene el poder. Si tú convences a tu pueblo que en Irak hay armas de destrucción masiva, lo llevas a una guerra, si una sociedad dice a las niñas que la ablación es buena, no necesita más justificación. Las mujeres deben hablar para que se conozca otra narrativa.
Es necesario que las mujeres opinen, inventen, gestionen, narren. Y que aporten su larga experiencia humana en el ámbito de lo público. Y muchas cosas cambiarán.
Artículo de Mª Dolores Renau en El Diario