La primera Lolita feminista de Brasil
A la brasileña Anna Muylaert le costó casi una década parir su última película, Una segunda madre. Parir es cosa de mujeres, el hombre puede escribir, arreglar, inventar, construir y dirigir una película, pero no parirla. La criatura es una comedia entrañable, inteligente, profunda y perversamente irónica. “Es mi forma de hacer películas, lo que me gusta es que la comedia y el drama se confundan como en el cine de Almodóvar y Buñuel. La peor tragedia tiene un lado patético», comenta la directora. Y lo que es más raro: es una película brasileña en la que no salen favelas.
Todo gira alrededor de Val (la increíble Regina Casé) que trabaja como interna para una adinerada familia de Sao Paulo. Val tuvo que dejar a su hija, Jéssica (Camila Márdila), al cuidado de unos familiares. No la ha visto en 13 años y de repente la joven se presenta y desbarata el precario equilibro de una casa en la que trabaja.
En teoría es una historia sencilla que se ha contado muchas veces. A Muylaert le costó mucho alumbrarla porque, en el proceso de escribirla y rodarla, el país cambió. Lula da Silva estaba transformando Brasil, convirtiéndolo en una potencia mundial, reduciendo la pobreza y cosechando éxitos económicos. Y la película cambió con ella: al principio, Jéssica iba a ser esa Lolita que llega a la casa de los patrones para seducir a los hombres y humillar a la esposa, esa mujer tan pobre que no tiene nada más que dinero. Una comedia con tintes de telenovela. Pero cada día Brasil crecía, aprendía, se enriquecía. Se volvía más ambiciosa, y el personaje de Muylaert también. ¿A qué puede aspirar esta joven de clase obrera en un país en continua transformación?
Brasil era un lugar donde la mujer se ocupaba de los hijos y el hombre buscaba aventura, recorriendo el país haciendo trabajos arriesgados. En el Brasil de Lula, la mujer empezó a integrarse en el mercado laboral y sin embargo, el hombre sigue sin criar a sus hijos. “Un día estaba en casa haciendo la cena a mis hijos y un amigo entró y me preguntó cómo era posible que una mujer directora como yo podía estar haciendo la cena. La mujer es la única que está con los dos pies en la tierra”, comenta Muylaert. “El hombre es un eterno adolescente”.
Leer el artículo completo en El Diario