Los fallos del sistema dejan desprotegidos a los hijos de víctimas de la violencia machista
Tuvo que ver cómo su propio padre asesinaba a su madre y a su abuela. El niño, de tres años, estaba presente cuando el pasado 8 de noviembre Elvira y Magdalena eran disparadas en la localidad valenciana de Lliria. El hombre tenía una orden de alejamiento, pero aquel domingo debía devolver al menor a su madre tras un régimen de visitas de fin de semana. En lo que va de año, 44 niños y niñas se han quedado huérfanos por violencia de género. ¿Puede un maltratador ser un buen padre? ¿Se debe seguir manteniendo el régimen de visitas en una situación atravesada por la violencia machista?
Los golpes, la humillación, el desprecio. Son constantes en la vida de muchos niños que cuando se van a dormir se tapan la cabeza con la almohada para no escuchar los gritos. Porque hay menores que presencian de forma cotidiana agresiones e insultos en sus casas, espacios que dejan de ser un lugar seguro. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2015, el 63,6% de las mujeres que sufren violencia machista asegura que sus hijos e hijas han presenciado alguna situación de maltrato.
Desde el pasado mes de agosto estos menores expuestos a violencia de género son reconocidos como víctimas directas. Un avance legal que falta por concretar. La ausencia de formación y recursos o el bajo número de profesionales son algunos de los fallos del sistema que identifican los profesionales que trabajan con menores en este ámbito, que temen que, a pesar de la medida, los niños y niñas sigan siendo las víctimas invisibles y olvidadas de la violencia machista.
Los puntos negros del sistema judicial
«Hay que visibilizar que ellos son siempre víctimas porque o son utilizados como arma arrojadiza para hacer daño a la madre o presencian la violencia o la sufren», sostiene Violeta Assiego, abogada e investigadora en vulnerabilidad social y derechos humanos. En los últimos diez años, 44 menores han sido asesinados por sus padres. Más de la mitad, 26, en un régimen de visitas, según la estadística que elabora la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. Fue el caso de Ángela González, cuyo exmarido asesinó a la hija de ambos en una visita sin supervisión, a pesar de las más de 30 denuncias que ella había puesto alertando del peligro que corría.
«Todavía sigue siendo discrecional para el juez escuchar al menor o no, aunque en él está la potestad de determinar las medidas de protección». Seguridad necesaria para muchos, pues de los hijos e hijas que presencian la violencia, un 64,2% también la sufren. Aún así, «en la mayoría de los casos no se tiene en cuenta y se establecen largas visitas con los agresores», denuncia Julia, activista del colectivo feminista Las Tejedoras y educadora social que trabaja en un centro sobre evaluación del daño en menores. De hecho, el régimen de visitas a padres maltratadores solo se suspende en un 3% de los casos.
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