«La noche todavía no es nuestra»
Un sábado a las 00:37 en Barcelona: «Guapa, ¿has llegado?» «Síii, ya hace un ratillo. Como un rayo. ¿Tú también?». Son mensajes que se intercambian dos chicas jóvenes. «Yo no tengo esta costumbre, pero cuando cojo un taxi sí que lo paso mal», cuenta otra. ¿Por qué? «Pocos metros cuadrados y vehículo conducido por un hombre solo». «Yo a menudo cuando salgo de noche prefiero quedarme a dormir en casa de una amiga a volver sola», apunta una vecina de Vallcarca, uno de los barrios de montaña de Barcelona.
Todas estas situaciones son familiares para muchas mujeres que no se sienten seguras de noche en las calles de una ciudad como Barcelona. «Estamos en una de las ciudades más seguras del mundo», dice la concejala a cargo del área del feminismos del Ayuntamiento de Barcelona, Laura Pérez, que ha trabajado en Ecuador precisamente en un proyecto sobre acoso sexual en el espacio público. Sin embargo, reclama feminizar el espacio público y luchar contra formas de violencia naturalizadas en nuestras calles, como «el mal llamado piropo, esta manera de abordar a las mujeres por la calle, que es de las violencias más pequeñas que muchas mujeres y hombres ni siquiera reconocen como violencia». Ese tipo de comentarios intimida y «hace que una mujer no pase por ciertos espacios».
«La mayoría de mujeres vamos super precavidas con el móvil o las llaves en la mano, y a lo mejor nunca hemos sufrido una agresión sexual, pero sí que existe una sensación de riesgo inminente», cuenta la pedagoga Eva Bonet. «Lo tenemos interiorizado desde pequeñas, cuando eres adolescente y empiezas a salir y tu madre te dice que vayas con cuidado y no llegues tarde, sobre todo por miedo a una agresión sexual. Luego cuando tienes treinta ya tienes naturalizado enviar un mensaje a tus amigas diciendo que estás bien», apunta. «No lo vives como un conflicto hasta que no te das cuenta que tus amigos hombres no te envían mensajes diciendo que han llegado bien a casa». De la misma manera que la mayoría de mujeres tienen estas conductas naturalizadas, la mayoría de hombres no es consciente de la problemática.
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