Jane Caputi: “El feminicidio sirve de modelo a otras formas de violencia”
Feminicidio: “Asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, el desprecio, el placer o el sentido de posesión hacia las mujeres”. Acuñado a finales de los 70 del siglo pasado, y definido por las activistas estadounidenses Diana Russell y Jane Caputi en 1990, el término feminicidio (femicide, en inglés), se usa para referirse a la violencia sistemática que sufren millones de mujeres en todo el mundo. Un concepto que no sólo abarca el maltrato, sino también el sexismo, la misoginia o la idea de que una mujer pertenece a un hombre y ha de subordinarse a él.
Caputi, que trabaja como docente en la Florida Atlantic University, ofreció el miércoles pasado una conferencia en La Casa Encendida de Madrid, organizada conjuntamente con la Asociación de Mujeres de Guatemala, bajo el título Feminicidio y Derechos Humanos de las mujeres. Fue el cierre del ciclo Mujeres contra la impunidad 2015, del que la activista estadounidense fue uno de los principales reclamos. Poco antes de iniciar la charla, atendió a las preguntas de La Marea.
“No te acerques demasiado: estoy resfriada”, avisa Caputi con una amable sonrisa. Señala al ventanal que preside la estancia: “Hay mucha contaminación, la calle huele como a tabaco… creo que eso no ayuda”. Su única petición expresa para la entrevista ha sido, precisamente, que su interlocutor no fumara delante de ella y no usara un perfume fuerte, dado que es alérgica.
¿Qué ha cambiado desde que en los años 70 se acuñara el término feminicidio? ¿Cuánto hemos avanzado en este tiempo?
El feminicidio es una idea viva, un concepto global que defiende los derechos de los mujeres. Entre ellos, los más básicos: el derecho a la seguridad y a que vivan su vida por sí mismas. Definir el término sirvió para reconocer el problema y detener la cultura del silencio y la negación. Desde entonces ha habido importantes progresos: existe una mayor concienciación social sobre el hecho de que las mujeres no son inferiores y tienen derechos, y cada vez hay más leyes contra la violación de esos derechos. Pero hablamos de un problema milenario que hunde sus raíces en las del propio patriarcado.
Sin embargo, usted defiende que ese patriarcado es algo relativamente reciente…
Así es. El ser humano, tal y como lo conocemos, lleva unos 200.000 años sobre la tierra, mientras que la organización patriarcal de la sociedad sólo unos 7.000. Cualquier sistema opresor trata de defender que éste forma parte de nuestra propia biología, que estuvo ahí desde el principio. Pero eso es simple propaganda: no siempre fue así. De hecho, hoy en día existen sociedades no regidas por un patriarcado en las que se parte de una igualdad entre el hombre y la mujer, y se da por hecho que ésta forma una parte esencial del cosmos. En la mayoría de culturas, por el contrario, existe incluso una visión masculina de dios y una concepción de la mujer como algo malvado o impuro.
En ese sentido, ¿qué papel cree que juega la religión a la hora de perpetuar el feminicidio?
Las distintas religiones tienen que sobreponerse al precepto de que la mujer debe estar subyugada al hombre. Creo que deberían contar con imágenes de la divinidad femenina. Y desde luego, creo que deberían cambiar su manera de ver y entender la sexualidad. Porque esa concepción de la sexualidad tan arraigada en nuestra sociedad patriarcal, de la mujer subordinada al hombre, es una de las bases fundamentales del feminicidio.
Hablemos de España. ¿Conoce la situación que vive este país en materia de violencia contra las mujeres?
Sí. España, como cualquier otro país del mundo, sufre la violencia del hombre contra la mujer. Y la más habitual se produce dentro del hogar. Vivimos en una sociedad en la que el ámbito privado es, en muchos casos, el escenario en el que se refleja de manera más clara esa dominancia del hombre sobre la mujer. Para muchos hombres el hogar es como un castillo, un lugar privado en el que reina la impunidad, y en el que la mujer es parte de su propiedad. Pero no es algo exclusivo de España, ocurre en todos los países del mundo: una de cada tres mujeres del planeta sufrirán algún tipo de violencia a manos de los hombres en algún momento de su vida. He de decir que me conmovió la movilización contra la violencia machista que tuvo lugar en Madrid el pasado 7 de noviembre. Desde EE UU, donde mueren cuatro mujeres al día por violencia machista, lo vimos con mucha admiración y esperanza: ese tipo de manifestaciones por parte de la ciudadanía son muy importantes para que las cosas cambien.
De cara a las próximas elecciones en España, ¿cuál cree que debería ser la primera medida que tomase el nuevo gobierno, fuera el que fuera, para tratar de poner freno al feminicidio?
No conozco tan bien la situación en España, ni sé realmente cuáles son las medidas que se han tomado en el pasado, pero creo que cualquier país tiene que destinar importantes recursos en materia de educación. Introducir cambios en las leyes, como por ejemplo en lo que concierne al derecho de una mujer a abortar, ya que decenas de miles de mujeres mueren a diario al no poder hacerlo en condiciones seguras. Hay que apostar por que toda la sociedad, hombres y mujeres, reconozcan y denuncien las relaciones abusivas. Todas las mujeres deben tener acceso a los servicios sociales, independientemente de su condición social. Y hay que proteger a las trabajadoras sexuales, que están mucho más expuestas a una violencia que queda impune en la mayor parte de los casos. Pero todas estas medidas no conciernen a un solo país, sino a cualquier lugar del mundo.
En lo referente al derecho al aborto, usted habla de la negación del mismo como una forma de feminicidio legal. En ese sentido, desde Europa asistimos estupefactos a actos como el tiroteo en una clínica de planificación familiar de EE UU, el pasado 26 de noviembre, o al auge en las encuestas de un personaje como Donald Trump. ¿Se está volviendo la sociedad estadounidense más y más conservadora?
Respecto al aborto, pienso que negar a una mujer el derecho a mantener su integridad física si decide abortar es, efectivamente, una forma de violencia. En cuanto a Donald Trump… ha hecho infinidad de comentarios extremadamente racistas y misóginos. Cuando, en aquella ocasión, contestó a una reportera que le había interpelado que debería estar menstruando, lo que realmente insinuaba es que una mujer no es un ser humano, sino ‘algo’ inferior a un hombre, que posee un cuerpo sucio. Y sí, desgraciadamente, existe un porcentaje de estadounidenses que celebran este tipo de pensamiento. Pero la realidad es que esa manera de pensar, como cuando el propio Trump ha propuesto prohibir la entrada de los musulmanes al país es, de por sí, antiamericana. Va en contra de los principios de cualquier sistema democrático que se base en un mínimo sentido de la ética y la justicia.
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