Las refugiadas sirias, expuestas a la explotación y al acoso sexual
Las políticas discriminatorias impuestas por las autoridades de Líbano, el país con más refugiados per cápita del mundo, están creando unas condiciones que facilitan el acoso sexual y la explotación de las mujeres sirias por personas que ocupan cargos de poder, como arrendatarios, empleadores e incluso la Policía, según ha denunciado Amnistía Internacional en un informe.
EL texto, titulado Quiero un lugar seguro: Mujeres refugiadas de Siria desarraigadas y desprotegidas en Líbano, recoge los testimonios de varias refugiadas víctimas de las restricciones impuestas por las autoridades libanesas que, bajo un nombre figurado, denuncian cómo algunos hombres les han hecho insinuaciones inadecuadas u ofrecido ayuda económica o de otro tipo a cambio de sexo.
Asmaa, una refugiada palestina de Siria de 56 años de edad que vive en un campo de refugiados en los suburbios de Beirut, no deja que sus hijas trabajen por miedo a que sufran acoso. «Mi hija trabajaba en un comercio. El gerente la acosó y la tocó. Por eso ya no dejo a mis hijas que trabajen», afirmaba.
Alrededor del 70% de las familias refugiadas sirias vive muy por debajo del umbral de pobreza libanés, donde dos de cada diez están encabezadas por una mujer tras el homicidio, la desaparición forzada o el secuestro de su esposo en Siria. «La mayoría de las personas refugiadas procedentes de Siria (…) sufren una discriminación generalizada y obstáculos importantes para obtener comida, vivienda o un empleo. Para las mujeres refugiadas que sobreviven en estas circunstancias, las dificultades suelen ser aún mayores, pues muchas de ellas, sobre todo las que ejercen de cabezas de familia, corren un riesgo mayor de acoso, explotación y abusos en el trabajo y en la calle», ha lamentado una investigadora sobre cuestiones de género de Amnistía Internacional, Kathryn Ramsay.
Para afrontar el elevado coste de la vida en Líbano, las mujeres refugiadas aceptan empleos en los que perciben salarios irrisorios. «Saben que aceptaremos cualquier salario bajo que ofrezcan porque lo necesitamos», criticaba Hanan, una palestina siria.
Encontrar dinero suficiente para pagar el alojamiento es otra dificultad significativa. Al menos el 58% de las personas refugiadas sirias vive en apartamentos o casas de alquiler, otras viven en edificios en ruinas y asentamientos informales. Aun así, muchas mujeres dijeron que no podían pagar los exorbitantes alquileres y vivían en alojamientos precarios, «infestados de ratas y llenos de filtraciones», según Ramsay.
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