Sin ellas no se movería el mundo: la profesionalización del trabajo doméstico y de cuidados
“8 Horas para trabajar, 8 horas para descansar, 8 horas para vivir”. Ese era el lema de de la histórica movilización que hace 130 años dio origen al Día del Trabajo, que celebramos el uno de mayo. Hoy, quienes apostamos por una sociedad justa, igualitaria y plenamente democrática, no debemos sólo preocuparnos por la dignificación del trabajo remunerado, sino también por ese otro trabajo invisible, pero fundamental para el sostenimiento de las familias, de la sociedad y, en definitiva, de la vida misma, que son los cuidados. El trabajo que hacían las madres, hijas, hermanas y parejas de aquellos obreros fabriles que a finales del siglo XIX reivindicaban mejores condiciones para una vida que difícilmente podrían haber mantenido si no fuera por quienes limpiaban, fregaban, cocinaban y en definitiva cuidaban de sus familias y hogares.
Hoy, 130 años después, existen 67 millones de trabajadoras domésticas en el mundo de las cuales un 90% están excluidas de la seguridad social. El trabajo doméstico y de cuidados continúa siendo una actividad tremendamente feminizada (el 88% en Europa son mujeres) y tremendamente invisible, que padece además una gran vulnerabilidad, desprotección y precariedad, por no hablar de las situaciones de esclavitud y trata de personas que siguen existiendo en Europa. Sin embargo, imaginemos un mundo en el que nadie cuidase de nuestros ancianos, de nuestras hijas o nuestros enfermos, un mundo en el que nadie cuidara del hogar: sería insostenible. Directamente, el mundo se detendría.
Tania González Peñas es Portavoz de Podemos en el Parlamento Europeo y Secretaria de Rescate Ciudadano.
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