Jodie Foster, la mujer que dirigió a los directores
En el set de rodaje de Taxi Driver no había osos de peluche ni palabras delicadas para Jodie Foster. Martin Scorsese venía de orquestar a su trío de machos en Malas calles y Robert de Niro tenía tan interiorizado a su perturbado taxista que no era el compañero que una niña de 12 años pudiera desear. Tampoco hay mucho tiempo para juegos cuando estás interpretando a una prostituta infantil y la trama se desarrolla entre sangre y escenas subidas de tono. «Lloraba a mares en la sala de vestuario porque tenía que llevar esos estúpidos pantalones cortos, botas con plataforma y una camiseta sin mangas», admitió Foster en el 40 aniversario de la película. «Yo era una marimacho a la que le gustaba llevar los calcetines hasta la rodilla, pero lo superé».
No solo lo superó, sino que se convirtió en una de las actrices más cotizadas de final de siglo y en una de las mayores estrategas de Hollywood. Gracias a que Scorsese la mimetizó con el barrio rojo de Nueva York y De Niro le exigió sin compasión como a una coprotagonista adulta, Foster ha alcanzado la cincuentena con más bagaje que muchos de su generación.
Ahora presenta Money Monster, su cuarta película tras las cámaras y el proyecto más ambicioso de su carrera como directora. Es la primera vez que se atreve con un thriller de acción, aunque su coreografía de disparos y explosivos se haya gestado durante años en los platós de sus mejores maestros. El resultado es una hora y media de cinismo televisivo, diálogos rápidos y un ligero acercamiento a la dictadura económica. La cineasta sabe que ha trabajado un producto mainstream y entretenido, pero también reivindica el trasfondo del guión que ella misma se encargó de moldear.
Esa huella ha quedado impresa especialmente en el personaje de Julia Roberts, que en sus inicios sobre el papel estaba lejos de ser tan exquisito. Así, la productora de televisión de George Clooney -que fue pensada como una secundaria mediocre- ha terminado siendo el motor del argumento. Esa es la primera regla para trabajar a las órdenes de Jodie Foster: todos los personajes femeninos deben ser el hilo conductor de la trama. «Son mujeres que no necesitan a un hombre que las rescate; mujeres cuya fuerza es inseparable de los muros que han construido alrededor de sí mismas», dijo en una ocasión.
Un mantra que se repite en sus propios papeles como actriz, desde la bravísima Sarah en Acusados hasta el relevo generacional de Sigourney Weaver como nueva reina de la ciencia ficción en Contact. La escasez de protagonistas fuertes y carismáticas que denuncian el Hollywood no ha afectado a Jodie Foster, pero tampoco ha hecho que su discurso contra la desigualdad sea más clemente. Cada vez que toma un micrófono, los periodistas esperan a sus pies como una jauría sedienta de titulares incendiarios.
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