La marcha de las mujeres en Argentina: formación de una tribu
El miércoles marché. La manifestación se llamó Vivas Nos Queremos. Un lema que pedía exactamente eso: seguir vivas.
La marcha arrancó desde el Obelisco a Plaza de Mayo a las cinco de la tarde y hasta el final, hasta que desconcentramos, cerca de las ocho de la noche, no paró de llover.
Mujeres de a una, de a tres, de a más, caminando por las calles del centro, resguardándose un poco de la lluvia abajo de los techos de los bares, pizzerías y cines de la avenida Corrientes. Mujeres que recién habían salido de trabajar, de estudiar, del colegio, de su casa, empezaron a juntarse en el Obelisco. Mujeres de negro a lo largo de las tres cuadras que me llevó ir desde la boca del subte hasta una esquina para encontrarme con algunas de mis amigas.
Nos mirábamos a los ojos con todas las que nos encontrábamos, como si nos conociéramos de toda la vida. Estábamos tranquilas pero heridas. Después, empezamos a marchar. Un bloque infinito de paraguas caminó hacia la Casa Rosada. Antes, en el subte, me había tocado viajar en el mismo vagón con cuatro chicas de no más de 16 años y dos chicos que estaban con ellas. Llevaban una bandera que habían hecho para la marcha. Cantaban canciones de rock. Eran todos muy chicos y sonreían mucho. Fue el único momento en que se me trabó la garganta.
El miércoles marchamos porque los problemas que tenemos las mujeres dejan del tamaño de un grano de sal la palabra problema. En octubre ya fueron asesinadas 19 mujeres en 18 días en Argentina. En los últimos nueve años, en el país, una mujer fue asesinada aproximadamente cada 30 horas en episodios de violencia doméstica. El miércoles marchamos también porque, mientras el Encuentro Nacional de Mujeres que se hizo en la ciudad de Rosario a principios de octubre terminaba como un cuadro de Goya —con humo, fuego, balas de goma y represión policial— en Mar del Plata, en la costa atlántica argentina, dos tipos o más violaban, empalaban y asesinaban a una chica de 16 años que se llamaba Lucía Pérez.
Lucía se murió literalmente de dolor. Mientras en el país se discutía la violencia de los grafitis pintados durante el encuentro de mujeres en Rosario, se daba a conocer cómo había sido el asesinato de Lucía. Incluso después se siguió debatiendo el vandalismo, cuando se conocían detalles cada vez más sórdidos, como que a Lucía la lavaron y dejaron en un sala médica queriendo hacer pasar la escena por una sobredosis.
Leer el resto del artículo en The New York Times.