«El patriarcado quiere que nos pensemos únicas y solas»
La periodista Carmen G. De la Cueva (Alcalá del Río, 1986) ha dado un paso más en el camino que comenzó escuchando a su abuela, leyendo en la biblioteca y compartiendo espacios virtuales con otras escritoras y lectoras. Mamá, quiero ser feminista (Lumen, 2016), su primera novela, cuenta sus experiencias desde la escuela o la aceptación de su propio cuerpo, entre otras vivencias comunes a muchas mujeres de varias generaciones.
Directora desde 2014 de La Tribu, un lugar de encuentro en torno a la literatura escrita por mujeres, y fundadora de la editorial La Señora Dalloway, entiende su estreno como novelista como un modo de seguir tejiendo comunidad.
En el libro dices que, sin saberlo, desde pequeña habías buscado la manera de ser feminista, ¿lo has conseguido?
Creo que sí, o estoy en el camino. A veces me sorprendo con pensamientos, contradicciones, con ese patriarcado y esas actitudes machistas golpeando, haciéndome sentir culpable o dudar de mí misma. Es un camino largo.
¿Qué supone para ti hoy ese ser feminista?
He intentado que supusiera una creación de espacios y comunidades, lugares donde las mujeres nos pudiéramos reunir, juntar, contarnos, compartir experiencias y lecturas, hacer genealogía, algo muy necesario. Genealogía literaria, por un lado, pero también familiar: dar valor a las voces y relatos de mi bisabuela, mi abuela o mi madre, que tan importantes son. He intentado ejercer un feminismo cultural.
Esas historias que pasan desapercibidas.
La intrahistoria. Para mí fue muy importante crecer con el relato que me contaban mi abuela y mi tía Carmen sobre mi bisabuelo, el último alcalde republicano de Alcalá del Río, que fue represaliado durante la guerra civil y pasó muchos años en la cárcel sin que la familia supiese dónde estaba.
Siempre me habían contado la historia de él. La bisabuela Asunción se había quedado con los niños pero no había sabido mucho más de ella.
Hace muy poco, mientras escribía el libro, me contaron que hacía estraperlo, no sólo cuidaba de los cinco hijos. Qué importante ha sido para mí conocer que una mujer de mi edad se fuera a comprar y vender productos al puerto de Sevilla, arriesgándose a que la detuvieran cuando volvía. Cuánta falta hace el diálogo intergeneracional para seguir descubriendo esos relatos.
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