Las pioneras de la política española siguen luchando por la igualdad
«¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? (…) ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?».
Esa retahíla de preguntas de Clara Campoamor convenció a los diputados para aprobar el sufragio femenino. Ocurrió el 1 de octubre de 1931. Casi 100 años después, apenas hay huellas de la parlamentaria en la Cámara Baja. La sala bautizada con su nombre está en una entreplanta. Su busto aguarda en una parte del Congreso que no está abierta al público. Y su nombre no se menciona en las visitas guiadas. El PSOE acaba de registrar una proposición no de ley en la que pide “el reconocimiento y visibilización de las parlamentarias que tuvieron un papel relevante en nuestra democracia”. Y subraya: “Los derechos solo permanecen si se defienden (…) Reconocer, difundir, recordar, recuperar y visibilizar a las mujeres y su historia supone abrir brecha en la organización social basada en un concepto patriarcal que excluye a las mujeres”.
En la España de la violencia machista, la lucha por la igualdad se conjuga en presente. Al contrario que en el Reino Unido o en Alemania, no ha habido nunca una mujer al frente del país. Las elecciones generales del 20-D y del 26-J se cerraron sin que tan siquiera hubiera candidatas en los partidos con representación parlamentaria, al contrario de lo que sí ocurrió en 2011 —Rosa Díez por UPyD—. Solo el 39% de los actuales diputados son mujeres, y estas no llegan a ser el 50% de ninguno de los principales partidos, según el Instituto de la mujer.
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