La discriminación de las mujeres en el ámbito científico, una barrera invisible que acompaña a la historia de la humanidad hasta nuestros días
En el año 1927 se celebró en Bruselas la Quinta Conferencia de Solvay cuyo tema principal fue ‘Electrones y Fotones’. En esta conferencia científica que se celebra desde el 1911 participaron científicos como Max Plank, fundador de la teoría cuántica, Albert Einstein, autor de la Teoría de la Relatividad, Erwin Schrödinger, importante investigador de la teoría cuántica, Max Born, novel en física por su contribución a la Mecánica Cuántica, Niels Bohr, autor de un nuevo modelo atómico y entre todos ellos Marie Curie, descubridora del Polonio y el Radio y autora de la teoría de la radioactividad.
Durante la historia de la humanidad, la sociedad ha ocultado el papel de la mujer en la ciencia relegándola a un lugar secundario. Ada Lovelace, autora del primer algoritmo para su uso en una máquina que posteriormente daría lugar al desarrollo de aplicaciones informáticas, Rosalind Franklin, responsable de la obtención de la primera imagen de la doble hélice del ADN aunque el premio nobel por este descubrimiento se concedería a James Watson y Francis Crick. Hedy Lamarr, inventora de la primera versión del espectro ensanchado que posteriormente daría lugar al desarrollo de sistemas de telecomunicación inalámbrica, y una interminable lista de mujeres cuyo papel en la historia de la ciencia y los descubrimientos no ha tenido consideración a pesar de su relevancia.
Existen muchos casos que permiten ejemplarizar esta situación; el de Lise Meitner es uno de ellos, participó en la conceptualización del modelo de fisión nuclear y teorizó sobre la reacción en cadena pero el Premio Nobel y el reconocimiento fue concedido a Otto Frisch. El caso de Ada Lovelace es igual de llamativo aunque con el paso del tiempo, la historia la ha situado finalmente en el lugar que corresponde, participó en el desarrollo de la Máquina Analítica de Charles Babbage, considerado como el primer sistema computacional y desarrollo los primeros algoritmos que funcionarían sobre esta máquina aunque no obtuvo ningún reconocimiento por el hecho de ser mujer, pasando durante muchos años como la ayudante de Babbage. Sophie Germain, para poder asistir a la escuela de París, tuvo que robar la identidad del alumno M.Leblanc y vestirse como un hombre. Intentó resolver el Teorema de Fermat e hizo grandes contribuciones a las matemáticas de su época sin obtener ningún reconocimiento.
Desde el año 1901, momento en que comenzaron a entregarse los Premios Nobel, solo 49 mujeres han recibido el Premio frente a 811 hombres, a pesar de que muchos de los descubrimientos que reconocen estos premios han sido realizados por mujeres.
Se podría pensar que esta situación pertenece al pasado pero en la actualidad esta realidad se mantiene, según indica el informe ‘Científicas en Cifras 2015’, en las universidades españolas, el 42% son profesoras titulares pero solo el 21% son catedráticas. Estos datos acreditan que el techo de cristal continua existiendo en el ámbito científico en la actualidad, de hecho en el año 2012 la Universidad de Yale público un estudio que realizó y que sirve para ilustrar esta situación. Se presentaron dos curriculum idénticos con diferentes nombres, el expediente de Jennifer y John fue evaluado por 127 personas que ocupaban catedra en su ámbito con el objetivo de puntuarlos para una plaza de encargado de laboratorio. En una escala del 1 al 10, John obtuvo un punto más que Jennifer. Además se les pedía a las personas responsables de la evaluación que establecieranel salario que los solicitantes merecían, mientras que John obtendría en promedio 30.328$ anuales, Jennifer con el mismo expediente obtuvo 26.508$. La conclusión publicada en la revista PNAS es clara, el efecto John-Jennifer es una muestra más del techo de cristal en este ámbito. Los investigadores y académicos, tanto de un género como de otro, preferían a hombres antes que a mujeres aunque tuvieran el mismo curriculum vitae y las mismas calificaciones. En la actualidad las barreras que provocan la desigualdad de género continúan presentes.
Rosalind Franklin, Hipatia de Alejandría, Agnodice, Vera Rubin, Jennifer Doudna, Emmanuelle Charpentier, Jocelyn Bell, Lise Meitner, Sophie Germain, Ida Tacke, Chien-Shiung Wu, Dorothy Crowfoot Hodgkin, son solo algunos nombres de los miles que la historia de la ciencia ha borrado impidiendo que alcanzarán la relevancia histórica que deberían haber tenido.
En el ámbito científico, la historia está plagada de mujeres que se han hecho pasar por varones y que han utilizado seudónimos en sus publicaciones ya que de otra forma no habrían conseguido participar de la historia de la ciencia.
El pasado sábado 11 de febrero se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, pero no éste, cada día es fundamental recordar a la sociedad que la igualdad es la base de la lucha por los derechos humanos y marca el avance hacia una sociedad más justa, la educación es el pilar fundamental y la eliminación de estereotipos en la escuela son la única vía para conseguir el progreso.
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Estoy indignado
Ellos eran mis idolos