Las mujeres olvidadas de la ciencia
Eclipsadas por los hombres de su entorno, muchas científicas han permanecido en la sombra durante muchas décadas. Recuperar su nombre es importante por justicia, para crear modelos actuales y para acabar con la discriminación que aún existe.
Existen ciertas creencias en el imaginario colectivo sobre lo que significa ser un científico. Para verlas, se podría pedir a un niño que dibujase a una de las personas dedicadas a esta actividad: seguramente plasmaría en el papel a un genio alocado, un hombre con bata y cabellera alborotada. Por supuesto, ser un científico no es necesariamente así. Es, más bien, a lo que nos hemos acostumbrado cuando se piensa en ellos. Son geniales, son complicados… Y son hombres. En las críticas positivas que ha recibido la película Figuras ocultas en los medios estadounidenses –recupera la historia de las olvidadas mujeres negras matemáticas de la NASA– se destaca su representación del genio matemático no solo como mujeres y negras, sino también como personas que llevan vidas normales al margen de la ciencia. Algo bastante inusual en el cine sobre esta materia, que tiende a crear imaginarios sobre el genio y la locura.
En el ensayo biográfico que desentraña esta historia, titulado también Figuras ocultas (HarperCollins Ibérica, 2017), la autora, Margot Lee Shetterly, habla de esos momentos clave en los que se generó la imagen de los científicos de la NASA como hombres blancos, vestidos con camisa y corbata y equipados con un casco. En los comienzos de la carrera espacial, cuando Estados Unidos ponía en órbita sus primeras misiones tripuladas, se filmó un documental que luego se retransmitió masivamente al público. En él, las imágenes capturadas en las salas de comunicación que entablaban conversaciones con los astronautas estaban llenas de esos hombres, aunque esos hombres no fueran todos los científicos que estaban detrás del trabajo que había mandado las misiones al espacio. Por ejemplo, las computadoras –profesionales responsables de los cálculos realizados– eran siempre mujeres.
“En la ciencia ocurre lo mismo que ocurre en cualquier campo: somos ignorantes del papel de la mujer en muchísimos terrenos en los que estuvo presente”, explica, poco después de que su novela llegase a las librerías, Miguel A. Delgado, autor de Las calculadoras de estrellas (Destino, 2016). Su libro captura, desde la ficción, a algunas de esas mujeres científicas tan desconocidas para el gran público (aunque no tanto en este caso para el público especializado). Mujeres que durante finales del siglo XIX y principios del XX trabajaron en la Universidad de Harvard para hacer un censo de todas las estrellas del firmamento.
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