Y tú, ¿qué pintas aquí?
Susana estaba en un domicilio particular. Tenía que desatrancar las tuberías de desagüe de la cocina cuando el propietario se acercó para hacer unas fotografías. Ella se apartó pensando que necesitaría imágenes de la avería para el seguro, pero se equivocó. “No, no, no te quites”, dijo él ante su incredulidad. Ella se negó sin titubear. Poco después, escuchó cómo cerraba con llave la puerta de la casa y se le acercó con unas cervezas: “No trabajes tanto, guapa”. Ella ya había recogido sus herramientas, excepto una maza que agarró con fuerza:
— Abres la puerta o te abro la cabeza.
Han pasado muchos años desde entonces, pero sigue recordando la escena con total nitidez. Susana está curtida de trabajar en obras, de pelear por ser reconocida como fontanera, de lidiar con compañeros machistas, con miradas de desaprobación y cuestionamientos; y harta, muy harta, de que le pregunten dónde está el fontanero cuando toca un timbre cargada con su caja de herramientas. Hay una que utiliza especialmente para su trabajo: el feminismo. No es infalible y, durante meses tras haber vivido aquella situación, si era un hombre el que abría la puerta sentía un vuelco en el estómago. Quedamos en la Eskalera Karakola, un espacio feminista de Madrid, en el que Susana milita, crece y del que conoce bien todas las tuberías.
Invitamos a la cita también a Chini, que lleva más de 15 años trabajando como electricista. Ella no recuerda situaciones de acoso sexual como la que narra su colega, pero a lo largo de su carrera profesional ha sufrido también los estragos del sexismo. Trabaja con su compañero sentimental, mano a mano, como oficial de primera. El rango pasa desapercibido si eres mujer porque, en alguna ocasión, ha tenido que escuchar cómo le preguntaban a su marido: “¿Te has traído a la mujer o qué?”, suponiendo, tal vez, que ella no tendría nada mejor que hacer que acompañarle al trabajo porque, claro, ¿qué pinta ella allí?
En las obras en las que trabajan a la vez muchos gremios, los cuestionamientos se multiplican en proporción a las personas que estén trabajando en ella. “Es un mundo de hombres”, dicen en varias ocasiones. “Le dices a un albañil por dónde tiene que hacer las rozas y te cuestiona o, simplemente, no te hace caso. Al principio igual intentaba adaptarme a lo que hubiera hecho, pero ya me harté. Si no lo hace como lo necesito, tendrá que repetirlo”, cuenta Chini. Lo que tienen que repetir mucho ellas es su currículum.
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Las mujeres también tienen derecho a trabajar en lo que le guste pero hay todavía mucho machismo en algunas profesiones