No, abuela, no tengo novio
Es viernes por la tarde. Cualquier viernes por la tarde del año. Una nieta, que hace un par de años pasó los 30, aparca el coche en la puerta de la casa de su abuela, en el pueblo donde creció, después de conducir un par de cientos de kilómetros desde la ciudad en la que vive. Un beso, un abrazo y un minuto después, la pregunta, la de siempre, la de las últimas 300 visitas: «¿No tienes novio?». Y después la respuesta, la de siempre, la de las últimas 300 visitas: «No, abuela, no tengo novio».
Quien ronde las tres décadas en su haber, conserve abuela —o en su defecto madre que quiere serlo o insiste en ir de boda, o vecinas de las que te han visto crecer y hace mucho que no te ven, o amigas que se casaron y exhiben prole con orgullo— y sea mujer, habrá probado en sus carnes este aparentemente inofensivo y reiterativo interrogatorio que comienza con esa cuestión y acaba con una sentencia que, según el viernes, parece una profecía más o menos apocalíptica: «Te vas a quedar para vestir santos». Después de eso y dependiendo de la contestación, el augurio puede empeorar un poco más y extenderse al «se te va a pasar el arroz».
Y así, en un diálogo que no llega a durar un minuto, se concentran los despojos que ha dejado a su paso el patriarcado y el machismo, la historia reciente y todavía presente de las mujeres: el tóxico mito del amor romántico, la estabilidad en pareja como logro social, la realización personal y pública de ser madre, la completitud que otorga el hombre. De este panorama habla Singled (Out), el documental que Mariona Guiu y Ariadna Relea comenzaron en 2013.
Una llamada vía WhatsApp con Ariadna, en Barcelona, une a Mariona a la conversación a casi 16.000 kilómetros de distancia: por Skype y desde Australia, donde vive, se la escucha de fondo. Así, y con documentos rondando por carpetas en la nube, han trabajado los últimos dos años, después de los dos primeros «codo con codo». Este par de barcelonesas son amigas desde hace años, Ariadna nació en el 77, Mariona en el 80, y compartían pasado, «pasión por el audiovisual» y una inquietud que apunta Mariona: «Estaba preocupada por estar preocupada por estar soltera. Me jodía mucho tener esa preocupación, pero ahí estaba. Y tenía otras amigas a las que también les estaba pasando».
A ninguna de las dos les cuadraba gastar energía en esa turbación cuando parece que el discurso oficial ya está a otras cosas. «Empezamos a maquinar cómo sacar creatividad de esta molestia y transformarlo en algo más positivo. Decidimos investigar, grabar a expertos y ver qué estaba pasando». Lo que se encontraron fue que, en general, se cuestionaba el problema. Nadie veía o reconocía la presión social, el estigma, en algunos lugares tan sutil que costaba sacarlo a la luz; por ejemplo en Australia, donde empezaron la grabación. Allí, las palabras de la socióloga Eva Cox reafirmaron el inicio del proyecto: «El hecho de que hayan empezado a hacer esta película me da pistas de la magnitud de la tragedia: unos mitos tan arraigados que las mujeres asumimos que si no queremos una pareja hay algo que no hacemos bien, que si no conseguimos encontrar una pareja hay algo en lo que nos hemos equivocado».
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