«La desigualdad se corrige con hechos y no con una ficción de supuestas oportunidades»
En la era de la inmediatez, enviar un currículum a Google que exceda una cara de folio es un acto de rebeldía. No digamos uno de más de 50.000 palabras. Lo más probable es que el seleccionador que lo reciba lo mande directamente a la papelera de reciclaje, o incluso que no sea una persona, sino un algoritmo programado para penalizar la longitud y la pérdida de tiempo.
Para la escritora Belén Gopegui (Madrid, 1963) estas pequeñas irreverencias valen la pena, porque reflejan que aún hay gente que se niega a ser reducida a una suma de datos y una hoja de papel. Así lo expresa en Quédate este día y esta noche conmigo (Literatura Random House) a través de los personajes de Olga y Mateo. Ella tiene sesenta años, un pasado doloroso y grandes expectativas puestas en su nuevo amigo, un veinteañero sin recursos económicos pero con un potencial enorme para la robótica.
Olga, como Belén, no cree en la fantasía de la meritocracia y convence a Mateo para plantar cara a Google con esa solicitud prohibida de 50.000 palabras. Un texto que también sirve para repasar la amistad de esta extraña pareja, sus diatribas filosóficas y sus puntos irreconciliables. Nos reunimos con Gopegui en una cafetería de Madrid para charlar distendido como sus dos protagonistas, pero sin ninguna Inteligencia Artificial que nos haga de interlocutor.
Olga y Mateo no caen en la típica representación de aprendiz y maestra. En su novela no salen a relucir el paternalismo o la condescendencia.
Pues gracias por decírmelo, porque quería evitar caer en el estereotipo. Quería construir la relación de dos personas que atraviesan momentos diferentes, con necesidades diferentes, pero que también se sienten indefensas de alguna forma y se pueden ayudar entre sí.
En la cultura, la figura del maestro suele recaer en los hombres. Olga es mujer y matemática, un campo que también ha reivindicado tarde la aportación de las mujeres. ¿Se está rompiendo el paradigma?
Me parece importante que se propongan otros destinos posibles distintos para las mujeres a los que proponen, todavía, la inmensa mayoría de las narraciones. Narrar es seleccionar y es también proponer visiones del mundo. Ninguna es neutral y ninguna se limita a reflejar la realidad.
Como decía la gran editora Elsa Aguiar, describir es prescribir. O lo es al menos en parte. También Marvin Minsky decía que «antes de poder formarnos una imagen del bosque -él se refería a la psicología pero pensemos en el de los géneros- es necesario imaginar más árboles.
Leer la entrevista completa en El Diario.