Ni media naranja ni príncipe azul: los mitos del amor romántico
Tenemos una mala noticia: el amor y la manera de expresarlo y vivirlo son construcciones socioculturales. Las hemos aprendido e internalizado desde nuestra infancia, a través de nuestros padres y amistades, de la religión que heredamos y/o profesamos, y de los productos culturales que consumimos: películas, novelas, canciones de amor.
La idea occidental del “amor romántico” –heredera del amor cortés (comparable a la relación de vasallaje), del amor burgués y del victoriano–, educa en el afecto y las emociones de manera diferencial, asociada a estereotipos, roles y mandatos de género, y se consolida en la dependencia entre hombres y mujeres que ha servido a los distintos poderes para perpetuar un sistema social patriarcal que promueve la desigualdad entre hombres y mujeres.
La creencia de que algún otro nos completará, iluminará lo oscuro, dará sentido a nuestras vidas, se extiende a la actualidad. Consciente o inconscientemente desarrollamos expectativas sobre nuestras relaciones amorosas basadas en ese supuesto. Sin ir más lejos, basta con ingresar la palabra “amor” en el buscador del diccionario de la Real Academia Española para encontrar que los primeros tres resultados son:
- m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
- m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
- m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
Según estas definiciones, somos seres insuficientes en busca de una media naranja que nos complete, y dispuestos a la entrega para encontrar, en ese amor, la razón de nuestro vivir. ¿Qué consecuencias tiene en nuestras vidas cotidianas este sentido hegemónico? ¿Por qué en la búsqueda del príncipe azul permitimos relaciones poco saludables?
Mitos del amor romántico
Un mito es “un conjunto de creencias socialmente compartidas que no son necesariamente verdaderas ni están validadas científicamente. Se transmiten de generación en generación aunque varían con el tiempo y según cada cultura” (Feim.org).
En el caso del amor romántico, contribuye a reforzar los roles de género: mientras que las mujeres son pasivas, frágiles y delicadas; los hombres son activos, protectores y dominantes. Lo que es peor: enseña a amar según esos mismos roles.
Leer el artículo completo en Escritura Feminista.