Educar a La Manada: aprender a pensar como razón de la educación artística en el sistema educativo
Me gustaría hacer el ejercicio de intentar recomponer la educación que reciben los protagonistas del último escándalo judicial que nos asola. Me gustaría pararme un momento para reconstruir esta escuela en la que niños y niñas están siendo formados, en cuyas aulas pasan trece años, sentados en incómodos pupitres ocho horas al día, y donde parece que escuchan, toman apuntes y, probablemente, aprueban los exámenes.
Un sistema educativo que, junto con el peso de otros muchos dispositivos, no es capaz de enseñar lo más importante que alguien puede aprender siendo joven: aprender a ser capaz de pensar por uno mismo para inscribirse en la realidad y transformarla. Un sistema que, tantos años después, sigue sin saber enseñar a pensar, sigue sin llevar a cabo el fin último de la educación, al haber sido privada del desarrollo del pensamiento crítico que nos conduce a la emancipación intelectual necesaria para vivir con los otros.
Un sistema que sigue perpetuando una educación artística desconectada de la realidad social, cuando quizá sea esta la única área curricular que pueda conectar a los estudiantes con la capacidad para desarrollar el pensamiento crítico visual que les haga entenderse como ciudadanos e impedir actos de violencia extrema como a los que asistimos.
Porque la educación artística no puede seguir consistiendo en hacer manualidades: ha de consistir en aprender a pensar sobre lo que nos rodea, problematizar lo que nos es dado y constituir, desde ahí, un pensamiento no tutelado. La educación artística debe crear el ecosistema intelectual, conectado con las imágenes pero prolongado en todas las esferas del pensamiento, que imposibilite actos de violencia salvaje, sea cual sea su procedimiento y su forma.
Leer el artículo de María Acaso completo en El Diario de la Educación.