Feminista y ecologista: así es la primera ministra de Islandia
Hace 40 años, al Barça le tocó jugar con el equipo islandés Akranes en un partido de Recopa. Poco sabíamos de Islandia en 1979. En el imaginario mediterráneo dominaban dos aspectos: que el mejor bacalao venía de allí y que había calles con calefacción. Hoy todos los aficionados al fútbol saben que la selección de aquella isla se ha clasificado para el Mundial de fútbol del 2018 y muchos han estado o han visto fotos espectaculares de la playa de Vik, la de los troles gigantes.
Entre los dos hitos futbolísticos, la información procedente de Islandia ha ido creciendo para mostrar dos caras: la del país hundido hace una década por la crisis económica y financiera, y la del continuado progreso en políticas de sociales, ambientales y de paridad.
Tres elecciones en cuatro años
La síntesis de estas dos caras es desde el 30 de noviembre la nueva primera ministra, Katrin Jakobsdóttir, de Izquierda Verde (IV), cuyo Gobierno ha empezado a andar con unos socios que sobre el papel no se amalgaman muy bien, con el conservador Partido de la Independencia, liderado por Bjarni Benediktsson, y el Partido Progresista, una formación de centroderecha y populista agraria.
Jakobsdóttir, madre de tres hijos, parece más joven de sus 41 años. Su rostro, con los pómulos marcados y la nariz respingona, recuerda a la islandesa más célebre: Björk. Las tareas de gobierno no le son extrañas. Nacida en una familia de la élite política y académica del país, ha estado en el puente de mando del partido desde el 2003, y ha sido ministra de Educación, Ciencia y Cultura, y de Cooperación nórdica, en los duros años de la crisis, cuando Izquierda Verde, fundada por la poetisa Birgitta Jónsdóttir, entró en el Gobierno de Johanna Siguroardottir, la primera mujer en presidir un Ejecutivo en Islandia y la primera declaradamente lesbiana del mundo.
Objetivo: estabilidad
El objetivo de su Gobierno es devolver la estabilidad al país al que, tras superar la crisis, ha sufrido varios escándalos que han llevado a convocar tres elecciones en cuatro años. En abril del 2016, el primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson, dimitió por su aparición en los papeles de Panamá. En septiembre, su sucesor, Bjarni Benediktsson, hizo otro tanto. Había ocultado la ayuda que su padre había dado a un pederasta para lavar su reputación.
El escándalo no era tanto por la acción del padre, algo que la ley permitía. Lo que causó indignación en uno de los países menos corruptos del mundo, según Transparencia Internacional, fue precisamente la falta de transparencia del primer ministro.
El mejor país para ser mujer trabajadora
Las elecciones del 28 octubre dieron la victoria de nuevo a Benediktsson, aunque perdió varios escaños. Izquierda Verde quedó segunda. La inconveniencia de volver a encargar la formación de Gobierno a un personaje discutido y el hecho que se considere a Jakobsdóttir como la política más fiable de Islandia, según varios sondeos, llevaron al presidente, Guoni Th. Jóhannesson, a optar por ella.
A Jakobsdóttir la votan mujeres y jóvenes. Su gancho es el de aumentar la inversión pública en salud y educación, y mejorar las políticas de género, algo que visto desde aquí parece redundante porque Islandia ya cuenta con una legislación muy avanzada. Según el ‘Informe global’ sobre igualdad de género que elabora el Foro Económico Mundial, Islandia es el primer país y ha sido el más igualitario desde que en el 2006 se empezó a publicar este estudio anual. Y según un índice de ‘The Economist’, es el mejor lugar del mundo para ser mujer trabajadora, aunque la brecha salarial no está totalmente cerrada.
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