«Agujerear las orejas de una niña parece inofensivo pero le está diciendo cuál es su lugar en la sociedad»
El libro de Iria Marañón llega en el momento adecuado: ‘Educar en el feminismo‘ (Plataforma Actual) es el manual con el que esta especialista en educación y edición quiere despertar conciencias sobre la necesidad de añadir la perspectiva de género a la educación que reciben menores y adolescentes. «Ya casi nadie quiere voluntariamente hacer desigualdades pero el constructo social no lo podemos quitar de en medio y a partir de ahí educamos y cometemos errores», dice la autora, que critica un mundo en el que los escaparates, las tiendas de ropas y juguetes, pero también las familias y los colegios, separan a niños y niñas en dos mundos diferentes y desiguales.
Tenemos la sensación de que hoy en día casi nadie diría que no educa en igualdad a sus hijos e hijas, pero ¿es así?
Sí, porque no apreciamos que estamos educando en desigualdad. Hablo de un estudio que se hizo que mostraba, por ejemplo, que los profesores daban más la palabra a los niños en clase que a las niñas. Eso no es algo que se haga de forma voluntaria, sino que es una construcción social. Educamos como nos han educado a nosotros aunque pensemos que no y el sistema patriarcal sigue ahí así que mantenemos los mismos modelos.
Las niñas siguen jugando con princesas, hadas y bailarinas y sus referentes son profesoras, enfermeras o madres y los niños juegan a salir de casa, al barco pirata, con superhéroes que les dicen que pueden cambiar el mundo o con tortugas ninja. Eso parece muy inofensivo pero les está creando dos escenarios completamente diferentes. Creemos que lo estamos haciendo bien pero no nos percatamos del lenguaje inclusivo o de los espacios físicos y verbales que ocupan los niños y usurpan a las niñas y eso incide en que las mujeres nos sintamos ciudadanas de segunda.
¿Deberían madres y padres reflexionar sobre actos tan normalizados como agujerear las orejas de las niñas para ponerles pendientes?
Claro, algo que parece tan inofensivo en realidad está diciendo cómo tiene que ser una niña, y eso lo va a aprender desde que nace y para el resto de su vida. Lo primero que hacemos es ponerles los pendientes o vestirles de rosa o con lazos y eso le dice a esa niña cuál es su lugar y espacio en esta sociedad, es muy perjudicial.
Antes incluso de haber nacido, el sexo parece marcar las expectativas sobre sobre esa persona que llega…
Exactamente, en el momento en que nos quedamos embarazadas nos preguntan si es niño o niña y ya nos hacemos nuestra película de qué es una niña y qué es un niño y cómo lo vamos a hacer. Obviamente somos distintos pero nunca vamos a saber cuáles son nuestras diferencias hasta que no nos hayan criado en un entorno que no esté impregnado del sistema patriarcal.
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