El machismo cotidiano de una lesbiana: del «sed discretas» al «¿puedo participar?»
Era el cumpleaños de Pedro, un gran amigo, y le hacía mucha ilusión celebrarlo con su gente más allegada. Recuerdo cuando, años atrás, le conté que me gustaban las chicas, el temor inicial ante un posible rechazo, el pinchazo en el estómago por si podía decepcionarlo. Éramos jóvenes y yo aún tenía mucha homofobia interiorizada. Sin embargo, su reacción me sorprendió gratamente, ya que me mostró su tristeza por no haber confiado antes en él y haberse perdido parte del crecimiento y desarrollo de mi identidad. Para Pedro, mi lesbianismo no suponía ningún problema, para él lo importante era que yo fuera feliz. Tenía el típico argumento de quien cuenta con personas LGTB entre sus amistades: a mí no me importa con quién te acuestas, lo importante es que tú seas feliz, mi amistad contigo está por encima de todo, etc.
Pedro sabía que en aquellos momentos yo vivía una historia con una chica, es decir, que tenía pareja y estaba enamorada. Conocía a mi novia y habíamos compartido alguna que otra cerveza juntxs.
Se acercó el momento de la gran fiesta de cumpleaños en la que nos mezclaríamos familia y amistades. La familia de Pedro era muy conservadora y, aunque él había crecido en ese ambiente, a priori no cultivaba los mismos prejuicios.
Cuando se acercó a mí para invitarme personalmente me dio la gran sorpresa: «Las espero el sábado en el local, a ti y a Ana». Le sonreí emocionada porque sabía lo importante que era aquella ocasión para él y le dije antes de que terminara: «Allí estaremos. Cuenta con nosotras». La sonrisa me duró poco, porque acto seguido sus palabras fueron: «Solo te pido que seas discreta». Me dejó helada, sin capacidad de movimiento ni de respuesta. Con la misma alegría con que me había invitado, dio media vuelta y se marchó.
Esa misma noche lo llamé para salir de dudas: «Pedro, ¿a qué te refieres con que sea discreta?». Y me respondió:»»Bueno, pues ya sabes, a mi familia no le gustan y solo te pido que no te pongas de relajos con tu chica, que no se muestren cariñosas ni estén dándose besos».
Evidentemente en esa fiesta no me colé. Yo no estaba invitada, ni estaré nunca invitada allí donde se avergüencen de mí.
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