La educación de las niñas combate la pobreza y mejora la salud
La desigualdad social y el acceso desigual a la educación atrapan a millones de niñas y mujeres en todo el mundo. Si bien la “brecha de género” en la educación se ha reducido en la última década, las niñas siguen estando en desventaja, especialmente en lo que respecta al acceso a la educación de nivel secundario. Y recordemos que las mujeres todavía constituyen casi dos tercios de la población analfabeta del mundo.
Esta brecha de género es generalmente más amplia en los niveles más altos de escolaridad. Según algunas estimaciones, las mujeres en el sur de Asia, por ejemplo, tienen solo la mitad de años de educación que los hombres, y las tasas de matrícula femenina en el nivel secundario son dos tercios de las de los hombres.
En términos generales, la disparidad de género es mayor entre los pobres. Ser una niña de una familia pobre se convierte así en una doble desventaja. Además, el sesgo de género –en algunos casos los enfoques de la enseñanza y el grado de atención de los docentes- coloca a las niñas en una situación de desventaja adicional.
El acceso general a la educación básica ha aumentado notablemente en la última década en muchos países en desarrollo. A pesar de eso, es menos probable que los niños pobres asistan a la escuela. En Argentina, de acuerdo con cifras oficiales, cerca de 650.000 niños y adolescentes están fuera del sistema educativo.
Existe un acuerdo generalizado insoslayable sobre la urgencia de que la educación primaria debe convertirse en universal lo antes posible, pero las diferencias en la asistencia a las escuelas muestran que es menos probable que los pobres logren este objetivo que aquellos que viven en familias de mejor situación económica.
Para los niños pobres, es más difícil tener fácil acceso a las escuelas, porque las escuelas tienden a concentrarse en las ciudades y las áreas donde solo viven las familias más acomodadas. La disponibilidad física de las escuelas, sin embargo, no es el factor más crítico en la mayoría de los países en desarrollo. Es importante considerar no solo los promedios nacionales, sino también la situación de las niñas pobres en las áreas rurales.
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