Las mujeres contra la opresión
Los analistas del bolsonarismo creen que, para sus electores, él es un grito contra lo que no funciona y contra el desamparo, o incluso contra la precariedad de las respuestas de la democracia para los problemas concretos de la vida cotidiana. La candidatura de Jair Bolsonaro también representaría el voto anti Partido de los Trabajadores, un sentimiento que ganó fuerza a partir de 2013 y, en 2015, se convirtió en odio. Al ponerse en contra de lo que el candidato de extrema derecha representa, el movimiento “Mujeres Unidas Contra Bolsonaro”, que alberga casi a 3 millones de brasileñas en su página de Facebook, denuncia justamente la imposibilidad de que el voto a favor de Bolsonaro sea un voto “antisistema”. Lo que estas mujeres señalan es que no hay nada más a favor del sistema que Bolsonaro. Votarlo es votar a favor de lo que nunca ha sido de buena ley en Brasil, pero siempre ha existido. O a favor del regreso de los que nunca se fueron.
Es posible votar a Bolsonaro. Muchos lo pueden considerar inmoral o incluso antiético, ya que defiende abiertamente la violencia contra los grupos más frágiles, como mujeres, negros, gais, campesinos e indígenas. E incita a la violencia en uno de los países más violentos del mundo. Pero, si piensas como él, tiene sentido votar a quien representa tu pensamiento. Al fin y al cabo, la democracia es eso. Por más que para algunos sea difícil de aceptar, Bolsonaro y su autoritarismo son también un producto de las contradicciones de la democracia. Bolsonaro es un fenómeno de la democracia, no de fuera de ella.
Solo no es posible votar a Bolsonaro afirmando que se vota para cambiar las cosas o como protesta contra todo lo que está ahí. Entonces no. Esta afirmación se desmorona a simple vista. Votar a Bolsonaro es justamente votar a favor de todo lo que siempre estuvo ahí. O que estuvo ahí más tiempo que cualquier otra cosa.
Bolsonaro y los nuevos coronelismos rurales y urbanos
No es una coincidencia que las viejas (y también las nuevas) oligarquías rurales, vinculadas a la violencia en el campo, tengan a Bolsonaro estampado en sus camionetas como su candidato. Las fuerzas que Bolsonaro representa atraviesan la historia brasileña. A veces con más, a veces con menos poder político. Son esas fuerzas las que convirtieron a Brasil en uno de los países más desiguales y violentos del mundo.
Bolsonaro no dialoga solo con la dictadura civil y militar que gobernó el país a la fuerza de 1964 a 1985. Dialoga antes con figuras y fuerzas mucho más antiguas y fundadoras de Brasil. Bolsonaro dialoga con el coronelismo (oligarquía agraria de latifundistas) que marcó el Brasil rural y que, de muchas formas, permanece hasta hoy. Pero actualizado, ya que nada atraviesa las épocas sin adquirir nuevos matices y añadir nuevos protagonistas.
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