Radical Women llegó por fin a América Latina
Hasta el 19 de noviembre puede visitarse en la Pinacoteca de Sao Paulo la inmensa muestra Mujeres radicales: arte latinoamericano, 1960-1985. La exhibición abrió el verano pasado en el Hammer Museum de Los Ángeles, tuvo su paso por New York donde recaló en el Brooklyn Museum y hace su última parada en una ciudad latinoamericana, la única del continente que tiene el privilegio de albergar esta muestra pionera curada por Andrea Giunta y Cecilia Fajardo Hill y que en Sao Paulo contó con la colaboración de Valeria Piccoli, curadora de la Pinacoteca.
La exhibición es el resultado de un largo destilado que tomó alrededor de siete años de investigación. Mujeres radicales llega en un momento histórico preciso a poner en obras un recorte del trabajo de artistas mujeres de América Latina y de chicanas y latinas residentes en Estados Unidos que crearon conjugando la poética de sus cuerpos, de su carne y de sus huesos, cuando el plan Cóndor asolaba el continente y el patriarcado penalizaba con más saña que nunca las producciones artísticas realizadas por mujeres que desde diversos soportes dieron cuenta de la opresión sufrida tanto en sus mundos privados como en su entorno político y social.
La muestra se creó con el objetivo de dar visibilidad a obras de más de 150 artistas, pocas de ellas famosas y reconocidas en su tiempo, la mayoría desconocidas no sólo por el público en general sino también por quienes disfrutan del arte con la tenacidad que les megalomanes se desviven por escuchar y coleccionar las pistas de vinilos imprescindibles para la historia de la música contemporánea. Y también para su goce, derecho de las mujeres que reivindica esta muestra. La exposición curada por Giunta y Fajardo es en sí una obra en si misma, luego de que deje de itinerar queda un catálogo nutrido y documentado que obliga a observar la historia del arte contemporáneo con nuevas protagonistas. Un nuevo y combativo “eterno femenino” nace con Mujeres radicales.
Las casi 280 obras reunidas ahora en las siete salas contiguas de la Pinacoteca de Sao Paulo arman una banda de mujeres cuyos trabajos interactúan por primera vez en una exhibición y por esa mirada ocupada y preocupada de sus curadores comienzan a formar parte de la historia del arte, una historia contada con agujeros que ahora se hacen visibles y básicamente llenan ese vacío con un relato al que ya no se puede ignorar.
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