«Los hombres normalmente hacen tareas domésticas porque su pareja se lo pide: ellas son las que asumen la carga mental»
La artista francesa Emma Clit ha logrado hacer viral un concepto poco nombrado hasta ahora. Con ‘la carga mental’, esta ingeniera informática reconvertida se refiere a una realidad invisible que suelen vivir las mujeres heterosexuales de forma habitual y que acaba de plasmar en su libro La carga mental. Sí a la vida en común, no a los lugares comunes (Editorial Lumen). Con él pretende levantar la alfombra de las desigualdades de género cotidianas. Ya el año pasado dio a conocer su cómic Me lo podrías haber pedido, precisamente sobre ese peso que suele recaer en las mujeres de estar alerta y acordarse de todo lo que tiene que ver con las tareas domésticas: «Cuando un hombre le pregunta a su pareja qué tiene que hacer en casa, está evitando asumir su parte de carga mental», explica.
¿A qué hace referencia ‘la carga mental’?
Se trata de la preocupación que tenemos fundamentalmente las mujeres al gestionar el hogar, el estar pendientes de todo. Son ellas las que hacen el esfuerzo de preguntarse qué es lo que necesita la familia y la casa, cuando y de qué manera se deben hacer las tareas domésticas. Por ejemplo, en cuanto a las compras, saber lo que falta, acordarse de las rebajas en busca de la marca que le gusta al marido, darse cuenta de que a los niños les faltan calcetines… Los hombres pueden participar en mayor o menor medida en las tareas, pero va más allá. Pasa que en muchas ocasiones a ellos ni se les ocurre, no ven que tenga mayor interés.
En algunas de sus viñetas se refiere también al ‘trabajo emocional’. ¿Qué significa?
El trabajo emocional, del que yo hablo en mi tercer libro –que aún no ha salido en español–, se trata de todo el trabajo que hacen las mujeres para crear un entorno confortable y cómodo para toda su gente. Tiene que ver con el cuidado y va más allá de lo material. Por ejemplo, suelen ser ellas las que se acuerdan de los cumpleaños de un familiar o de alguien del trabajo y las que organizan las fiestas o los regalos. Esto no es un trabajo que se pague, es un plus que se espera de las mujeres.
Hay una socióloga islandesa que ha demostrado que toda la energía que ellas invierten para crear un hogar confortable y un entorno agradable es la energía que utilizan los hombres para lanzarse a la esfera pública y llegar a convertirse en grandes artistas, científicos o jefes de empresa. A menudo creen que no necesitan ese apoyo moral que sí dan las mujeres, pero es fundamental. Es dar amor a los otros.
¿De dónde proceden estas desigualdades?
El problema procede de algo que es invisible que es la cuestión de los roles que suele tener cada miembro de la pareja. A los niños, casi desde el embarazo, les hacemos representar un papel u otro en función de su sexo. Lo que hacemos es encerrar a las niñas en un papel que se centra en la esfera de lo privado y a los niños les vamos a lanzar más hacia la esfera pública. Ellas muy pronto integrarán que tienen la responsabilidad de gestionar todo lo que está relacionado con la casa y la familia. Esto se perpetúa de generación en generación.
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