Niñas sin pendientes y niños que bailan: así se combaten los estereotipos machistas en la infancia
Los niños no lloran. Las niñas llevan pendientes. Los niños no bailan. Las niñas son dulces. Pistolas para ellos. Muñecas para ellas. Desde que son pequeños se espera que nuestros hijos e hijas cumplan unos determinados requisitos. Que cumplan con lo que la sociedad espera de ellos. Son estereotipos que influyen en cómo serán de adultos y que acaban definiendo nuestra sociedad.
Laura decidió que los estereotipos no iban a dictarle cómo criar a su hija y optó por no ponerle pendientes. «Lo tuvimos clarísimo desde el principio», cuenta, «si es un niño no le pones pendientes, pues si es una niña tampoco, cuando sea mayor que se los ponga si quiere. Además de que me parece un horror mutilar a los niños».
Aún es poco habitual ver a una niña sin pendientes así que, casi a diario, alguien confunde a la hija de Laura con un niño. «Está tan instaurado que las niñas llevan pendientes que cuando le digo a alguien que es una niña, me insisten en que no puede ser. Una señora llegó a preguntarme si mi hija de verdad era mi hija. Le parecía más probable que yo no fuera su madre antes que aceptar que era una niña sin pendientes».
«No me importa que se confundan», sigue Laura, «prefiero eso a transmitirle a mi hija que se tiene que adornar para estar guapa. Tampoco le pregunto si se ve guapa con la ropa, le pregunto si está cómoda». Laura traslada su visión feminista de la educación a su trabajo: es profesora de infantil y ve cómo la sociedad patriarcal construye la identidad de nuestros hijos e hijas desde muy pronto. «Cuando los niños llegan al colegio con tres años ya tienen asumidos determinados roles. Una vez un niño me dijo que su mamá ahora era un papá porque había empezado a trabajar».
«Se ve muy bien con los disfraces», recuerda Laura, «cuando cogemos un curso de tres años, ellos se disfrazan de superhéroes y ellas de princesas. Cuando dejan infantil con cinco años hemos conseguido que cada uno se disfrace de lo que quiera: niños de princesas o niñas de superhéroe. Eso crea resistencias y alguna vez me han llamado ‘fábrica de maricones'».
Virginia Alonso, psicóloga especialista en violencia de género, señala que es en ese momento, entre los tres y los cinco años, «cuando los niños empiezan a reproducir los estereotipos que ven en los adultos y empiezan a diferenciar que hay cosas de chicos y cosas de chicas». «Puede que nadie le diga a los niños que hay cosas de hombres y cosas de mujeres pero da igual porque lo ven en la sociedad», sigue Virginia. «Lo ven en cómo se distribuyen los juguetes, en cómo se distribuyen las tareas del hogar, lo ven en quién cocina en casa de sus abuelos, lo ven en la calle donde los obreros siempre son hombres, en la televisión donde los políticos siempre son hombres. Vivimos en una sociedad muy patriarcal, con roles muy diferenciados y los niños no son tontos y ven todo eso».
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