Las mujeres también creaban manuscritos de lujo en la Edad Media
Tenía entre 45 y 60 años cuando murió, alrededor del año 1000 o 1200 de nuestra era. Y por lo que revelan sus huesos, tuvo una vida exenta de trabajos físicos exigentes. No sufrió traumatismos ni infecciones que dejaran huella, tampoco heridas importantes, algo no muy frecuente en aquella época. Seguramente, perteneció a la nobleza, fue culta y tal vez, monja, y su vida estuvo vinculada a un monasterio religioso en Dalheim, en Alemania.
Y sin embargo, B78, como la han bautizado los científicos, es sumamente excepcional. Y es que en sus dientes esconde la primera prueba directa de que las mujeres en la Edad Media tuvieron un rol importante y temprano en la creación de manuscritos, baluartes de la transmisión de conocimiento y cultura. Ellas también produjeron textos y los iluminaron bellamente, usando para ello pigmentos poco habituales y lujosos, como el azul ultramar, obtenido a partir de la piedra semipreciosa lapislázuli, reservados para los artistas con mayor pericia.
Así lo ha descubierto un equipo internacional de investigadoras de la Universidad de York y del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, que han publicado su hallazgo en la revista Science Advances. Su trabajo es uno de los primeros que documenta científicamente el papel que las mujeres tuvieron en la creación de textos sagrados en la Europa Medieval.
En 2004, estas científicas encontraron partículas de color azul en el sarro de los dientes de una mujer enterrada en un pequeño cementerio junto al monasterio de Dalheim, que desapareció en un incendio en el siglo XIV. Vieron que las partículas databan de entre 997 y 1162. Al analizarlas mediante distintos tipos de espectrografía, se percataron de que eran pigmentos de azul ultramar, el más caro usando en el medievo, comparable al oro, y que estaba reservado solo para manuscritos muy lujosos y para escribas e ilustradores sumamente talentosos.
Ese azul ultramar, intenso y brillante, el mismo pigmento que caracteriza la obra del artista holandés barroco Johannes Vermeer, autor del famoso cuadro ‘La joven de la perla’, se obtenía moliendo y purificando cristales de lazurita del lapislázuli, que era extraído de minas de Afganistán. Desde allí arribaba a Europa a través de rutas comerciales de larga distancia que empezaron a comercializar bienes exóticos. No obstante, se desconoce cuándo y cómo se introdujo por primera vez en el continente europeo.
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