«Después de un Dakar los periodistas me preguntaron si estaba casada o no, y si mi novio me dejaba ir a correr allí»
La primera vez que Laia Sanz (Barcelona, 1985) participó en una carrera fue gracias a su madre. Desde muy pequeña empezó a andar en moto porque su padre era un gran aficionado a la gasolina, pero fue su madre la que lo incitó a apuntar a Laia en un Trial de niños en Corbera de Llobregat, su pueblo natal. Ahora, la nueve veces campeona del Dakar, tricampeona del mundo de Trial y cinco veces campeona del mundo de Enduro, bromea diciendo que seguro que su madre se arrepiente de aquel día, por el miedo que pasa cada vez que corre en el Dakar. “Suerte y cabeza” son las palabras que le escribe antes de salir a cada carrera.
La motorista ha tenido que demostrar su valía sobre las dos ruedas ganando campeonatos para que se le comenzara a tomar en serio. En equipos pasados, recuerda, ha vivido tratos distintos por el hecho de ser mujer, como tener motos peores que sus compañeros masculinos o que todo el equipo volara en clase bussines y ella no. A pesar de ello, asegura estar muy contenta con su equipo actual, aunque los tratos discriminatorios en el mundo del deporte no hayan cesado:
“Recuerdo en los Dakar en Bolivia o Perú que al final de etapa los periodistas me preguntaron si estaba casada o no, y si mi novio me dejaba ir a correr allí con tanto chico en el vivac. Son cosas que pasan por desgracia y que todavía tienes que oír, pero que a las alturas que estamos ya chocan”, ha explicado durante el congreso Mujer y Deporte celebrado en Bilbao los días 25 y 26 de febrero.
El dinero que reciben por cada victoria en el Dakar también es distinto: 50.000 euros para ellos, mientras que ellas cobran 5.000 si resultan ganadoras. Y es que, muchas veces, la carrera más difícil de estas deportistas es la de demostrar que valen lo mismo que ellos.
“El deporte del motor es muy machista. Siempre he tenido que luchar y demostrar más que los hombres, incluso cuando ya tenía unos cuantos títulos mundiales”, ha indicado Sanz.
No obstante, el ser una mujer en un mundo de hombres también le ha aportado cosas buenas. Romper con la norma le ha permitido destacar y lograr patrocinios de empresas que apuestan por la diversidad en el mundo del deporte, ya que el hecho de que se salga de lo establecido “normalmente gusta”.
Leer el resto del artículo en El Diario.