Las japonesas luchan por la igualdad en un país atravesado de machismo
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, proclamó en 2012, dentro de su programa —reconocido mundialmente como «Abenomics»— para impulsar la decadente economía nipona, que haría que las mujeres de su país llegasen «a brillar». Años más tarde, el Foro Económico Mundial ha situado a Japón en el puesto 110 —de 149— en su lista de naciones que han avanzado en la igualdad de género, por detrás de Mauricio, India y Guatemala.
De hecho, solo un 12% de la población activa femenina en Japón se encontraba inserto en el mercado laboral en 2018, frente a la media del 27,1% mundial, según ha publicado en un estudio la Organización Internacional del Trabajo coincidiendo con el último Día Internacional de la Mujer.
Así, se calcula que solo uno de cada diez puestos de trabajo en altos cargos y en la política están ocupados por mujeres, han asegurado desde la Unión Interparlamentaria, el peor dato registrado de entre todos los países que componen el G20, lo que se traduce, por ejemplo, en solo 47 integrantes femeninas en la Cámara Baja —de un total de 463— y 50 —de 241— en la Cámara Alta.
El propio Shinzo Abe ha incorporado únicamente a una mujer en su gabinete de gobierno en 2018, a la vez que ha asegurado de ella que “tiene la presencia de dos o tres mujeres”, según han citado medios locales.
Si bien es cierto que la mujer se ha ido introduciendo más en el mercado laboral japonés en los últimos años, los analistas creen que esto ha sido debido más a la falta de mano de obra y a la crisis de trabajadores por las que está pasando el país por el envejecimiento de la población que a un cambio estructural en su idiosincrasia respaldado por las políticas de Abe.
Uno de los principales problemas es que un porcentaje importante de este trabajo femenino son en realidad los considerados «trabajos basura», empleos que en países desarrollados normalmente son realizados por inmigrantes o estudiantes.
Se calcula que un tercio de las trabajadoras lo hace a jornada parcial y cerca del mismo porcentaje se considera que está sobrecualificada para el puesto que desempeña, principalmente porque en la idiosincrasia de la sociedad nipona prevalece aún la figura de la mujer como cuidadora del marido, de la casa y de los hijos.
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