La sociedad china avanza, las mujeres también
Aunque en el gigante asiático la sociedad actual mantiene herencias de un pasado tradicional donde el papel de la mujer venía impuesto por el Gobierno en favor del desarrollo económico, hoy ellas lideran una nueva ola de transformación social en la que buscan ganar mayor independencia y liderazgo.
Los cambios económicos en China se han producido en paralelo al impacto que éstos han generado en el desarrollo social de su población. En el ámbito económico, el país pasó de ser la primera potencia mundial en 1820, representando el 33% del PIB global, a quedarse descolgada de entre las principales economías al no subirse al tren de la Revolución Industrial que se desarrolló en Europa. Justo el efecto contrario se produce siglos después, permitiendo que el gigante asiático se sitúe como segunda potencia mundial después de aplicar en los últimos 40 años un período de reformas y apertura al exterior que han conseguido su transformación económica en tiempo récord. Cambios de los que también ha sido testigo la sociedad china, que ha ido evolucionando en su conjunto. La transformación social más significativa ha sido la que ha experimentado el papel de la mujer en cada etapa.
En tiempos de la China Imperial, cuando el gigante asiático estaba considerado como la segunda potencia mundial por detrás de India, comenzó a extenderse la tradición del vendado de los pies de las mujeres entre la clase alta, una tradición que poco a poco llegaría a todos los estratos sociales. Los historiadores consideran que esta costumbre empezó a realizarse a comienzos de la dinastía Song del Norte (960-1127), extendiéndose su aplicación hasta bien entrado el siglo XX estando en el poder el Partido Comunista. Considerado una forma de sumisión de la mujer desde una perspectiva contemporánea, la tradición que dificultaba la libertad de movimientos era considerada en su época, sin embargo, como el ideal de mujer, asociado incluso con la identidad de la población Han, la mayoritaria en China. Comenzando a una temprana edad, entre los 5 y 7 años, las malformaciones en las extremidades inferiores marcaron el desarrollo de la vida diaria de las mujeres, afectadas por serios problemas de salud, a pesar de que la práctica estuviera vinculada con un cierto misticismo erótico que las hacía parecer más atractivas a los hombres. En las zonas rurales, donde la tradición continuó aplicándose durante más tiempo, todavía es posible ver a ancianas de entre 80 y 90 años que fueron testigo del ideal de mujer de la época.
Leer el artículo completo en Es Global.