#YoTampoco, o cómo el machismo en Cuba es políticamente correcto
Hincada en la camilla del hospital psiquiátrico de Cienfuegos, medio desnuda y con la mirada perdida, mi madre tanteaba el suelo mientras un enfermero, canturreando una canción de moda, la agarraba por el pelo y la obligaba contra su voluntad a vomitar en el cubo para luego arrojar la bilis en el inodoro.
Tenía 6 años cuando presencié ese episodio. La imagen permaneció escondida en mis primeros recuerdos hasta que, en 2004, a mi salida del aeropuerto de La Habana, un oficial vestido de civil me encerró en un cuarto para pedirme, con una amable sonrisa, que me desnudara. Me ordenó ponerme de cuclillas y comenzó a zapar mi cuerpo hasta asegurarse que yo no sacaba del país nada prohibido.
Mientras sus dedos violaban mi intimidad, la risa salvaje de aquel enfermero regresó como un bumerán. La impotencia que debió haber sentido mi madre se mezcló con la que yo sentí en ese momento. ¿Cómo y dónde denunciarlo? De lo que pasa en las cárceles de mujeres, hospitales y asilos, en las estaciones de policía o los juzgados cubanos tras hacer una denuncia por maltrato doméstico, acoso o abuso sexual, no se habla y no tenemos acceso a testimonios, estadísticas ni fuentes acreditadas que lo confirmen. La vejación que sufre la mujer cubana es ya un patrón histórico monolítico que se repite silenciosa y cíclicamente.
A seis décadas de la Revolución, la mujer cubana aún asume sus derechos como un regalo concedido por un orden gubernamental masculino.
Estas son algunas de las oportunidades creadas por la Revolución para insertar un “ama de casa” en la Sociedad Socialista: la fundación de los Círculos Infantiles, un sistema nacional de guarderías; la apertura de la Facultad Obrera Campesina (FAC); la posibilidad de ingresar en el ejército como artillera o médica militar. La integración de las prostitutas en la sociedad empleándolas como taxistas, educadoras y obreras calificadas. A esta política trazada por el Estado cubano en la década de los sesenta se le llamó “Batalla por la liberación de la mujer”.
Todavía hoy, la mayoría de las mujeres en Cuba desconocen sus derechos individuales y muy pocos saben lo peligroso que resulta cobrar conciencia de ello. No solo prevalecen diversos modos de acoso, abuso y violencia contra la mujer, sino que existe una estructura para combatir a quienes no bajen la cabeza y acepten el poder que el hombre ejerce en nuestra vida cotidiana.
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