Basta ya de uniones y matrimonios infantiles en América Latina
Hace exactamente 25 años, en Beijing, más de 30.000 activistas y 17.000 asistentes de 200 países de todo el mundo generaron una presión de tal calibre que el documento final de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, se convirtió en la hoja de ruta más avanzada jamás alcanzada y consensuada para trabajar por los derechos de la mujer y la niña.
Entre otras muchas y poderosas conclusiones, en Beijing se hizo patente que el matrimonio infantil y las uniones tempranas representan una flagrante violación de los derechos humanos. Sin embargo, 25 años y muchos avances en materia de la igualdad de género después, en América Latina y el Caribe el matrimonio infantil y las uniones tempranas siguen en el mismo sitio: una de cada cuatro niñas se casa o une informalmente a una pareja antes de los 18 años.
Las cifras son tan inaceptables como devastadoras, tal y como refleja el recién lanzado Perfil del matrimonio infantil y las uniones tempranas de UNICEF. La mayoría de las mujeres que contrajo matrimonio durante su niñez dio a luz antes de cumplir 18 años y, del total, 8 de cada 10 niñas casadas se convirtieron en madres antes de cumplir los 20 años. Además, una de cada cinco niñas-esposas contrajo matrimonio con un hombre al menos 10 años mayor que ellas, por lo que la dependencia económica suele ser alta; aún más en contextos de pobreza, ruralidad y etnia, donde suelen haber mayor incidencia.
No solo eso, en la mayoría de los casos las uniones tempranas van acompañadas por algún tipo de violencia y llevan a la deserción escolar y a pobres resultados escolares y niveles de alfabetización. También, a una menor inclusión social, económica y política, y a un bajo desarrollo social y económico de las sociedades, que terminan afectando los ingresos de las mujeres, llevan a una mayor pobreza en los hogares y afectan potencialmente la pobreza nacional y las tasas del PIB.
Pero, a pesar de todas las evidencias, en América Latina y el Caribe, las uniones tempranas siguen siendo vistas como una práctica aceptada, naturalizada, de la que no se habla… en definitiva, una práctica que queda silenciada. Esta venda sobre los ojos alrededor de las uniones tempranas impide, hoy por hoy, avanzar en términos de igualdad de género para las niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe. Y si no hay acciones, la región tendrá el dudoso honor de ser en 2030 la segunda del planeta con más uniones tempranas, solo por detrás de África subsahariana.
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