La rebelión contra las élites en América Latina
En 2019, manifestantes callejeros conmocionaron ciudades de todo el mundo. América Latina en particular experimentó una mayor agitación social que en cualquier otro momento de la historia reciente. Las crisis políticas y las movilizaciones masivas estallaron en Haití, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Chile y en muchos otros lugares. En las últimas semanas, las manifestaciones han menguado, pero no han cesado y es probable que 2020 traiga más agitación.
La turbulencia deriva de muchos de los problemas persistentes en la región, los cuales son más predominantes en algunos países que en otros: estancamiento económico, poderes judiciales politizados, corrupción, delincuencia y, en algunos cuantos casos, un gobierno autoritario. América Latina es la segunda región más desigual del mundo. El fracaso para abordar estos problemas —y para cumplir sus promesas— ha ocasionado que los gobiernos pierdan legitimidad ante los ciudadanos, quienes se sienten cada vez más insatisfechos con la forma en que funciona, o no funciona, la democracia en sus países.
Sin embargo, igual de pertinente para el momento actual es la percepción generalizada de una falta de justicia, de que las élites económicas y políticas gozan de una serie de privilegios y prerrogativas que se le niegan a la mayoría de los ciudadanos. Algunos de los resentimientos acumulados de la región se deben a la sensación que tienen aquellos que ostentan la mayoría del poder y la influencia de que tienen derecho a todo, quienes además casi nunca les otorgan a los demás el respeto y la dignidad que merecen.
Las protestas, amplificadas por las redes sociales, revelaron que a pesar de algunas mejores sociales y económicas reales —en especial en los países sudamericanos productores de materias primas a finales de la década de los dos miles—, la ruta de la movilidad social para la mayoría de los ciudadanos sigue siendo precaria. El enojo se mantuvo contenido hasta que el crecimiento económico comenzó a disminuir en 2013. Las fracturas sociales emergieron, originadas en la incapacidad de los gobiernos de satisfacer las expectativas intensificadas de las nuevas clases medias.
En ningún otro lugar las manifestaciones han sido tan sorprendentes, y violentas, como en Chile, que durante mucho tiempo había sido considerado como el país con uno de los mejores desempeños económicos de la región y un modelo de paz social y estabilidad política. Esa percepción se desvaneció en octubre, cuando millones salieron a las calles para exigir cambios radicales al modelo económico e institucional del país. Lucía Dammert, catedrática de la Universidad de Santiago en Chile, sugiere que a pesar de que las señales de advertencia eran evidentes, la imagen favorable del país hizo que la crisis fuera “impensada” en Chile.
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