“No hay un cerebro rosa y otro azul, pero ellas se tienen que exigir más”
Pequeños detalles que pueden producir grandes cambios. La autora de Educar a un niño en el feminismo anima a profesores y profesoras a incluir a referentes femeninos en sus asignaturas o a vigilar algunos comportamientos para educar en una igualdad real entre niños y niñas.
¿Actualmente estamos educando en igualdad?
—Aunque nos parezca que sí, no lo estamos haciendo. Al final los niños construyen su masculinidad de una manera y las niñas construyen su feminidad de otra manera. Eso es el género. El género es la forma en que se socializan los niños y las niñas, y lo hacen de forma muy diferente.
¿También en el colegio?
—Si nos fijamos, la ropa muchas veces es muy distinta. En los colegios que llevan uniformes, las niñas tienen que llevar falda y los niños pantalón, lo que hace que ellas tengan menos posibilidad de movimiento.
Además, vemos que la mayoría de referencias que reciben en el colegio a través de la historia, las ciencias o la literatura, suelen ser de figuras masculinas. Muy pocas mujeres aparecen en cada una de las asignaturas.
También hay estudios que muestran cómo a los niños se les da la palabra mucho más que a las niñas, hablan durante más tiempo en clase, hablan más alto… Y no solo utilizan ese espacio verbal, sino también el espacio físico del aula. Otros estudios muestran cómo, por ejemplo, cuando las niñas van a la papelera para sacar punta al lápiz, luego vuelven inmediatamente a su asiento, mientras que los niños se dan un paseo por el aula, porque es una de las maneras en que ellos están socializados, todo el espacio les pertenece.
¿Los profesores tienen que fijarse en estas cuestiones?
—Solo habría que vigilar estos comportamientos. Te voy a poner otro ejemplo. En una mesa redonda, cuando se ponía a trabajar a niños y niñas, al principio parecía que no pasaba nada, pero poco a poco los niños iban ocupando el espacio de sus compañeras, y las niñas cedían y se apartaban. Y cuando nos vamos al patio del colegio, la diferencia es todavía mayor. En la parte central del patio están las canchas de baloncesto y fútbol, y si no están, los niños juegan a la pelota. Y en los laterales están las niñas jugando a la comba u otro juego. A medida que avanza el tiempo, el espacio central se amplía mientras que los laterales se hacen más pequeños. Y al final las niñas acaban sentadas en los bancos mientras que los niños ocupan todo el espacio central. Esa forma en que se reparten los espacios es fundamental porque ubica a las personas en su lugar de la sociedad.
Y luego también es importante el lenguaje que utilizan profesores y profesoras. Normalmente no es inclusivo, y cuando hablan de niños, quieren referirse a niños y niñas. Para que tanto niños como niñas se den cuenta de que hay verdadera igualdad, es importante añadir a ellas en el lenguaje, porque lo que no se nombra, no existe. Y en el lenguaje que utilizamos con normalidad, las mujeres estamos invisibilizadas.
Pero la propia RAE admite que el masculino plural se refiere a ellos y a ellas.
—El feminismo, como decía Andrea Dworkin, no es un movimiento reformista, es un movimiento revolucionario, y quiere cambiar hasta la RAE. Porque el lenguaje lo hacemos la sociedad, y somos las personas las que tenemos que presionar para que se utilice de manera inclusiva, y para que las mujeres estemos visibilizadas.
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