La paradójica vida de Maria Montessori, la creadora de un método educativo para niños desfavorecidos que terminó convertido en un sistema para ricos
Esta italiana genial, de cuyo nacimiento se cumplen este lunes 150 años, diseñó su revolucionario sistema didáctico para ayudar a los niños recluidos en manicomios, a los chavales encerrados en reformatorios, a los críos más pobres y desfavorecidos.
Sólo en un segundo momento empezó a adaptar su metodología a los niños en general.
Hoy, paradójicamente, de su método sacan provecho sobre todo las familias adineradas, capaces de pagar los elevados gastos que muchas veces conlleva que sus hijos estudien en alguna de las 65.000 escuelas montessori que se cuentan en el mundo y reciban una educación exclusiva y, sin duda, mucho mejor que la tradicional.
La prueba es que los creadores de Amazon (Jeff Bezos), Google (Sergey Brin y Larry Page) y Wikipedia (Jimmy Wales), todos ellos hoy millonarios, estudiaron en colegios que siguen el método Montessori.
Sin embargo, la idea de Maria Montessori no era esa ni muchísimo menos.
Solución para desfavorecidos
Montessori tenía 28 años cuando en 1898 empezó a visitar el manicomio de Roma y contempló, horrorizada, cómo a los pequeños internados en esa institución se les dispensaba un trato absolutamente inhumano, eran considerados prácticamente animales. De hecho, algunos romanos iban allí a tirarles comida como a los animales del zoo.
Vestidos con unos delantales sucios y harapientos, abandonados a su suerte, esos niños que entonces eran denominados «retrasados», «deficientes» o sencillamente «idiotas» -y entre los que había discapacitados psíquicos, epilépticos, ciegos, sordos y autistas- eran considerados incurables.
Así que su terrible destino era permanecer recluidos de por vida entre los muros del manicomio.
La Montessori, como pronto comenzaron a llamarla los italianos, decidió que aquello era intolerable. Y se puso manos a la obra.
Ya había visitado con frecuencia antes varios barrios pobres de Roma como médico voluntario (fue la tercera mujer en Roma en licenciarse en Medicina).
También había acudido al reformatorio, escandalizándose tanto como en el manicomio al ver el abandono de los niños encerrados.
Llegó a la conclusión de que la educación debía ser una técnica de amor y de respeto. «El niño es una fuente de amor: cuando se le toca, se toca el amor», decía.
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