‘Mita’, el libro que hace tangible el recuerdo de las mujeres que no se contaron ni leyeron
«El pasado sirve para recordar, nunca para olvidar». Hacerlo sería «borrar parte de tu esencia, que es completamente lícito, pero acaba siendo una negación de uno mismo, de por qué somos como somos». Reivindicar lo vivido, el dónde, el cómo, a quienes nos cuidaron, enseñaron y acompañaron, es el legado que Miguel Ángel Ruiz Domínguez ha querido reflejar en Mita, publicada por Sar Alejandría Ediciones. Esta novela «pequeña», como reza su sinopsis, ha sido su respuesta a la «nube» actual en la que sólo hay cabida para «un presente con la vista puesta en el mañana».
Un férreo anclaje al hoy, a la expectativa por un futuro no sabemos si mejor, pero cuya capacidad de éxito está a priori escrita en tiempos verbales limitados al porvenir. «Esta falta de sentido histórico nos desvincula de lo social, tanto a nivel político como en el ámbito más micro de nuestro ser», comparte el autor, ingeniero de formación, con elDiario.es. Reclama cómo «conocer nuestras raíces, entender de dónde venimos, nos ayuda a situarnos, a cuestionarnos e incluso a ser más benevolentes con nuestras propias aspiraciones».
Para ello, ha armado su texto de costumbrismo, de paisajes de su Tenerife natal que con tanto amor y detalle describe convirtiendo la lectura en un viaje. Sin embargo, lamenta que no todos los entornos en los que creció han sobrevivido. «La construcción desmesurada», critica, «más bien la especulación inmobiliaria ha hecho que muchos ya no existan. La descripción de estos espacios con minuciosidad trata de recordarlos, tal vez, por algo de nostalgia».
Y envueltas en nostalgia y devoción, las protagonistas reales de Mita son, no obstante, ellas. «Todas aquellas mujeres que vivieron sin más, en muchas ocasiones sin ninguna oportunidad, dedicadas a cuidar al resto, y que siguen siendo maltratadas por la historia», expone sobre las tantas madres, abuelas y bisabuelas que no gozaron de voz -ni mucho menos homenaje- en vida. A su categoría eleva al volcán que reina en la isla. «La novela es de mujeres y pensé que hablar de ‘madre Teide’ haría que fuese una más, una cuidadora silenciosa más homenajeada en esta historia», sostiene.
Política de lo «simple» y relevancia de lo identitario
En este viaje a la infancia no todos los recuerdos son felices, porque su autor ha querido plasmar una realidad en la que, aunque se oculten, los tabús están igualmente presentes. Los trastornos mentales, el suicidio y la muerte son algunos de ellos. También la homofobia que experimentó cuando era pequeño. «Con menos de siete años, y aún sin saberlo, era maricón, marica, mariquita», comparte sobre lo que aquello implicó, y cómo «las microviolencias se esparcían ante las diversidades». Un comportamiento social que, por desgracia, se sigue repitiendo y que como vislumbra en sus líneas «demuestra que la vida no es un carnaval, pese a que la cantante Celia Cruz se empeñara en intentarlo». Además, destaca cómo «las reproducciones de rechazo hacia lo diferente se muestran como una crueldad costumbrista que perpetúa el odio».
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