Partidas por la migración
Fatou observa el pasaporte en blanco de su hija menor con una mirada nostálgica. Una mirada de lo que hubiera podido ser si su marido la hubiese llevado a Francia a vivir con él, tal y como le prometió durante años. El pasaporte conserva las páginas interiores impolutas de un objeto que no ha sido jamás usado y la fotografía de una niña congelada en el tiempo. Ahora esa niña es una adolescente de 16 años que jamás ha conocido a su padre.
Fatou se casó a los 20 años con un senegalés que residía en Francia. Su abuelo aceptó la petición de matrimonio creyendo que casándola con un emigrante le estaba dando lo mejor a su nieta. “Cuando me casé pensé había tenido suerte, que había triunfado en la vida. Mi marido no me paraba de decir que me llevaría a Francia”, explica. Pero en 2008, justo cuando finalmente Fatou obtuvo el visado para ir a verlo, le comunicaron que su esposo había muerto.
Senegal es un país en el que históricamente la migración ha sido una estrategia familiar y colectiva, pero también un acto de heroicidad individual. “El marido migrante es como un tipo sociocultural”, explica la antropóloga Beatriz García a partir de su trabajo etnográfico en Senegal para el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). “Incluso hay pueblos, como en Mbour [ciudad costera a hora y media en coche de Dakar], donde se comenta que un hombre que decide no migrar tiene más dificultades para tener esposa, porque se desprende que no tiene empeño para mejorar la vida de su familia”, añade.
Hoy en día, 533.000 senegaleses viven en el extranjero, aproximadamente el tres por ciento de la población, según datos de la División de Población de las Naciones Unidas; de los cuales el 63 por ciento son hombres. Los datos indican que casi la mitad reside en Europa —con Francia, Italia y España a la cabeza— y el resto en otros países africanos. Aunque las mujeres siguen siendo minoría, cada vez más mujeres jóvenes deciden migrar de forma autónoma. Senegal es el cuarto país de África subsahariana al que más dinero se envía desde el extranjero; las remesas constituyen el 12 por ciento del PIB del país, según estadísticas del Banco Mundial.
En este contexto, muchas mujeres han vivido separadas de sus maridos. Abundan las familias transnacionales, compuestas de unidades domésticas ubicadas en distintos lugares. Además, los senegaleses tienden a mantener las familias dispersas aunque tengan la posibilidad legal de reunificarse, de acuerdo con un estudio de MAFE Project sobre las tendencias familiares de los migrantes senegaleses.
En España, la proporción por género de la comunidad senegalesa es del 80 por ciento de hombres y el 20 por ciento mujeres. Además, el 19 por ciento de los hombres senegaleses están emparejados en una unión transnacional y solamente el diez por ciento de los niños y niñas senegalesas son reunificadas con sus padres al cabo de cinco años, según el estudio de MAFE Project. “En la actualidad, y con la migración intercontinental, las distancias son más amplias, los viajes más caros y por motivos políticos y legales los migrantes no pueden volver. A veces, permanecen fuera durante años, y esto puede suponer una experiencia quizá más extrema para las mujeres”, explica la antropóloga Beatriz García.
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