¿Por qué los hombres siguen explicándoles cosas a las mujeres?
Es algo común. Es digno de vergüenza. Y, algunas personas podrían argumentar que ha sido documentado desde al menos el siglo XVII. Se produce en Twitter. Sucede en el trabajo y en las cenas de Acción de Gracias. En los bares y en las aulas. Lo hacen los hombres famosos. Lo hacen los tíos. Los políticos, los colegas, los hombres que conocemos en citas desagradables, los burócratas y los vecinos también lo hacen. (Quizás, irónicamente, algunos de ustedes lo hagan después de leer esto). Sí, estamos hablando de la machoexplicación.
Esta palabra compuesta describe la acción de cuando un hombre explica, sobre todo a una mujer y sin que se lo haya pedido, algo sobre lo que él cree saber más que ella —y en ocasiones, con detalles soporíferos— sin importar si él realmente sabe al respecto o no.
El hábil planteamiento de este fenómeno tuvo origen en el ensayo de 2008 de Rebecca Solnit Los hombres me explican las cosas, en el que describe una conversación que sostuvo durante una fiesta con un hombre cuyos “ojos estaban fijos en el borroso y lejano horizonte de su propia autoridad”. Luego de enterarse de que el libro más reciente de Solnit era sobre el fotógrafo británico Eadweard Muybridge, la interrumpe para elogiar sin cesar un libro “muy importante” sobre Muybridge que piensa que ella debería leer.
Resulta que ese era su libro. Y él no lo había leído.
Según cuenta Solnit, se necesitaron tres o cuatro interjecciones de su amiga para hacerle saber al machoexplicador que en realidad ella era la autora, antes de que él finalmente prestara atención. Resulta revelador que también le haya llevado un tiempo a Solnit reconocer que el libro al que él se estaba refiriendo en realidad era el suyo: “Estaba tan absorta en el papel de ingenua que me había asignado, que estuve perfectamente dispuesta a considerar la posibilidad de que otro libro sobre el mismo tema se hubiera publicado al mismo tiempo que el mío y, de algún modo, yo no me había enterado”.
La palabra “mansplaining” (machoexplicación), la cual va mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos, tuvo su origen en ese ensayo. Hoy en día, existe una lista que crece cada vez más de iteraciones a nivel internacional. En alemán, es “herrklären”. En francés, “mecspliquer”. Los italianos usan “maschiegazione”. En español se dice “machoexplicación”, y existe una palabra para ello en ruso, árabe, hebreo, hindi, mandarín, ucraniano, japonés y decenas de otras lenguas.
La machoexplicación ilustra un problema mucho más profundo que los monólogos aburridos. Como lo señala Solnit, “doblega a las mujeres jóvenes para que se queden calladas” al afirmarles “que ese no es su mundo”. Y añade: “Nos adiestra para que dudemos de nosotras mismas y nos limitemos, al mismo tiempo que pone en práctica el exceso de confianza sin fundamentos de los hombres”. Después de más de una década, ¿por qué sigue siendo tan común que los hombres interrumpan a las mujeres para explicarles cosas de las que a menudo poseen menos conocimientos que las mujeres a las que se las están explicando?
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