María Martín: «Los valores del feminismo no interesan a una sociedad basada en la exaltación del yo»
Nombrar, nombrar y volver a nombrar a la mitad del mundo. Esa es la labor a la que se entrega en cuerpo y alma la fundadora de la Escuela Virtual de Empoderamiento Feminista. Y es que, para María Martín Barranco, aficionada desde niña a los diccionarios, su nuevo libro Mujer tenías que ser, la otredad, tiene nombre de mujer y es sinónimo de silencio impuesto. “Yo diría que otredad es herramienta patriarcal. Solo es nombre de mujer porque, como casi todos los demás, nos lo han impuesto».
La conferenciante –que acaba de ser censurada por Twitter por llamar a los puteros por su nombre–, y que ha decidido reaccionar a esta reprobación «con pura rebelión» y creando otra nueva cuenta, no se atreve a decir «que el feminismo sea la única forma de ver esta realidad», pero sí que gracias a él todo «se hace más rápido» y sobre todo «mejor acompañada».
Además, para la también autora de Ni por favor, ni por favor, «el feminismo te enseña a hablar con rotundidad cuando la ocasión lo requiere y a tener tal batería de argumentos que no te tumban una posición ni con todos los métodos de silenciamiento del sistema, que no son pocos. Todo son ventajas».
Las estrategias lingüísticas
Para Martín Barranco, ser consciente de las estrategias lingüísticas que existen para seguir tratando a la mujer como ciudadana de segunda, es básico para no dejarse manipular. «El poder, cuando se ostenta de forma patriarcal, no deja ningún detalle al azar. Todas y cada una de las herramientas a su disposición son utilizadas. La palabra es imprescindible. Sea cual sea la cara de la moneda: bien porque te imponen un relato del mundo, bien porque te prohíben contar el mundo. Las mujeres tenemos amplia experiencia con ambas caras. Cuentan lo que les da la gana de quiénes somos, qué hacemos, cómo tenemos que estar en el mundo o dónde estar para no molestar demasiado».
Y en ese plan urdido desde el principio de los tiempos la autora también cuenta cómo se nos acalla por cualquier vía. «Cuando no cuentan con nuestras voces para explicar el mundo; cuando no nos nombran, si por fin y con esfuerzo, tomamos la palabra; cuando directamente no nos permiten hablar o participar; cuando ridiculizan lo que se dice solo porque lo ha dicho una mujer; cuando nos interrumpen más, cuando nos dejan menos tiempo de intervención salvo que esté medido y controlado».
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