La comunidad LGTBIQ busca su espacio en Costa de Marfil, uno de los 22 países en África donde la homosexualidad es legal
Costa de Marfil es considerado el paraíso de África del Oeste y África francófona para la comunidad LGTBIQ. Es uno de los países africanos donde la homosexualidad no está prohibida (de 55 territorios de África solo en 22 se reconoce su legalidad) y cuyo Código Penal, que castigaba los actos públicos homosexuales, fue modificado por la presión social. En el país existen varias asociaciones para el colectivo y proliferan los espacios, eventos y bares para ellos.
En los años sesenta y setenta, el crecimiento económico que vivió Costa de Marfil creó un contexto más abierto que permitió un florecimiento de la comunidad. No existía represión policial ni estigmatización pública. Pero no fue hasta los inicios del siglo XXI cuando empezó a surgir un movimiento político que defendía a las minorías sexuales, siempre muy ligado al colectivo de pacientes de VIH. En 2003 nace la primera organización llamada Arc-En-Ciel Plus y en 2010 Alternative Côte d’Ivoire. Aunque las mujeres son la estructura esencial del tejido asociativo, siguen luchando de una manera invisible. Ellas han tenido que buscarse sus propios espacios, actividades y lugares de lucha política para marcar su presencia, todavía bajo un contexto en el que viven más felices si son discretas.
Una asociación para ellas
Monique Kouman tiene 38 años y es la presidenta de Woman African Freedom (WAF), la única asociación para mujeres de la comunidad lesbianas, bisexuales y queer actualmente activa en Costa de Marfil. En su vida profesional es matrona, pero dedica su tiempo libre a crear talleres y actividades para el colectivo.
“En Costa de Marfil hay varias asociaciones que luchan por los derechos LGTBIQ, pero los programas de esas asociaciones no tenían en cuenta la realidad de las mujeres. Por ello en mayo de 2019 decidí crear junto a otras compañeras la WAF, para hablar de nuestros problemas y, sobre todo, para dar soluciones concretas a situaciones que vivimos como mujeres”, comenta. “Hoy en día no hay una ley que criminalice la homosexualidad, pero tampoco una que la proteja. Por lo tanto, la homofobia es algo con lo que vivimos día a día”.
Kouman lleva cinco años con su pareja, con la que convive, aunque únicamente sus amistades más cercanas lo saben. La familia posiblemente lo intuye, pero prefieren no hablar de ello. La importancia de la familia tradicional africana sigue siendo un componente esencial para la estructura social y, por lo tanto, una mujer cuya pareja no es un hombre, no termina de encajar. Esta activista tiene hijos, como la gran parte de las mujeres marfileñas LGTBIQ, que aceptan sin cuestionarlo la orientación de su madre. “La mayoría de las lesbianas ocultan su sexualidad, así que tener hijos con hombres les sirve un poco de tapadera”. También funciona como alternativa a una costosa, y muchas veces inaccesible, inseminación artificial.
El deporte para crear vínculos
Nicou Flore ha cumplido 32 años y vive en Yopougon, un barrio humilde de Abiyán. Todos los domingos se reúne con un grupo de chicas LGTBIQ para jugar al fútbol, y aunque no lo hacen mal, parece que el deporte es solo una excusa para verse, charlar y pasarlo bien. “Creé el equipo porque nos permitía reunirnos y compartir esa sororidad que existe en nuestra comunidad. Como no hay muchos espacios para nosotras, tenemos que ir creándolos”, explica.
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