Paula Bonet: «Nos han hecho creer que somos responsables hasta de las babas de nuestro agresor»
Paula Bonet nos trae un autorretrato nada complaciente. La autora se mira y remira para encontrar las fisuras que le hicieron ser quien es. Un viaje al centro del dolor con el cuerpo como campo de batalla. La anguila de Bonet se escribe por momentos a brochazo limpio, como en trance, y en otros con trazo ligero, atenta a lo inadvertido. La protagonista-narradora de su primera novela lleva en la piel los desmanes del patriarcado. Tres heridas a cargo de tres hombres. Del Sinnombre, que le mina, controla y agrede desde lo doméstico, del Hombrecito, que se sirve de su cátedra para someter a la alumna, y del Premio Nacional de Poesía, que la viola aprovechando que se siente vulnerable en una fiesta. La anguila (Anagrama) es la historia de un cuerpo magullado por el hombre, pero también del deseo de ser madre y del poder de la sororidad.
Por fin, después de muchos libros ilustrados, una novela. ¿Cómo rompe con esa aparente frontera?
La anguila lleva muchos años gestándose, podría haberla publicado antes pero no lo hice porque quería que mi primera novela fuera una obra digna y para ello necesitaba estar en un lugar de paz, quería hablar sin rabia, ni dolor, sin sentirme víctima, sin gritar, sin ese enfado al que nos hemos visto abocadas muchas mujeres, pero también muchos hombres, que entendemos que ese rol de género que nos legaron no existe.
¿Sintió presión?
Es que a mí se me ha machacado mucho desde los medios, también desde mi propio oficio, y creo que ha sido por el simple hecho de ser mujer, porque considero que mi obra siempre ha sido una obra digna, profunda y coherente. Para mí estar en el punto de mira es algo complicado, digamos que no es lo que más me gusta, por eso he tratado de ser muy prudente con esta novela.
¿Qué denuncia ‘La anguila‘?
Quería narrar unas agresiones que ahora mismo nos parecen atroces, siniestras, terroríficas, pero que también se han permitido y han estado en las tinieblas y que durante muchos años han sido muy difíciles de señalar, son como esa serpiente de Rebecca Solnit que sabes que está en la hierba pero que no puedes explicar que está ahí porque es muy difícil de señalar…
Cómo nombrar lo innombrable, ¿le ayudó la pintura?
Mucho. Soy consciente de que gracias a mi experiencia como pintora he podido ponerle palabras a ciertos acontecimientos, porque hay muchas palabras que no existen. Ten en cuenta que la experiencia femenina ha sido siempre la alteridad; el canon no contempla la experiencia que podemos tener las mujeres, se ha considerado la literatura escrita por mujeres literatura femenina o literatura de segunda. Esa rabia de la que te hablaba al principio surge en el momento en el que me doy cuenta de que toda mi formación emocional e intelectual parte de la experiencia masculina; yo sé cómo funciona el deseo del hombre, pero no sé cómo funciona el mío, y eso es muy doloroso.
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