Lecciones de una pandemia: qué hemos aprendido en el peor año para la educación
Hace 12 meses, en marzo 2020, todos los países latinoamericanos, con la excepción de Nicaragua, emprendieron el cierre progresivo de sus sistemas educativos por causa de la covid-19. Si bien la decisión de los gobiernos fue acertada y buscaba proteger a las comunidades, el impacto educativo real de la pandemia solo podrá evaluarse en el largo plazo.
Lo cierto es que esta situación no solo vino a profundizar las históricas desigualdades socioeconómicas que caracterizan a la región sino que, en el caso de la educación, las medidas de aislamiento y el cierre de escuelas, visibilizaron y aumentaron las disparidades en el acceso a una formación inclusiva, equitativa y de calidad.
Las profundas e históricas inequidades educativas en América Latina son ya conocidas, pero no por ello menos alarmantes. En cifras, antes de la crisis de la covid-19, ya sabíamos que más de 11 millones de niños, niñas y jóvenes de la región se encontraban excluidos del sistema educativo, y uno de cada cinco jóvenes entre 15 y 24 años no estudiaba ni trabajaba. Sin embargo, el problema no solo era para quienes estaban excluidos; de entre quienes lograban asistir a la escuela, el 51% no conseguía entender adecuadamente lo que leía, según el informe al respecto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2019. Sobre esta realidad inicial, la pandemia sin duda alguna tendrá un efecto negativo en los aprendizajes y también en los índices de abandono y deserción escolar.
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