Del objeto al sujeto
El “empowering” de las mujeres nos ha servido para ocupar los espacios que hasta ahora nos habían sido negados de forma mayoritaria. Estamos en una fase de descubrimiento del “powering” de lo femenino: las creadoras y la riqueza artística y creativa de la experiencia propia de ser mujer.
Si analizamos el sector audiovisual bajo un criterio cuantitativo, sigue existiendo una diferencia devastadora entre hombres y mujeres, tanto en el número de profesionales como en la brecha salarial: ellos son muchos más y ganan más. Si, en cambio, lo que hacemos es establecer un criterio cualitativo, esa realidad cambia y estamos ante un nuevo paradigma al que nunca antes habíamos asistido: las mujeres son tan premiadas y reconocidas como los hombres, y, en algunos casos concretos, incluso más. Los Premios Gaudí, el Sundance Festival o las series norteamericanas creadas, protagonizadas y dirigidas por mujeres (Misses Maysel, Fleabag, The Handmaid’s Tale, When they see us) son ejemplo de ello.
En la edición de los Oscar de 2021, dos mujeres estaban nominadas en la categoría “mejor director/a”, después de muchos años sin incluir a ninguna. De hecho, a lo largo de la historia, solo cinco mujeres lo habían conseguido y solo una (ahora dos) había resultado ganadora como mejor directora. El hecho de que este año hayan sido dos mujeres, y una de ellas de origen asiático, es una muestra más de que ya no somos la sociedad que éramos, pese a que el poder del reconocimiento sigue bajo el nombre propio masculino: los Oscar, los Goya, los Mateu, los Gaudí o los César.
Las creadoras han dejado de satisfacer los cánones patriarcales, muchas de ellas en un cine de bajo presupuesto, y han cambiado el relato de las mujeres y, como consecuencia, el de la sociedad. En el deseo interno de las creadoras de liberarse del patriarcado está el significado revolucionario del feminismo. Ha dejado de ser rebeldía para ser revolución.
Esta es una profesión de talento creativo en lo artístico y en lo técnico. La crítica, la academia y, lo más importante, el espectador, están consumiendo y apostando por esta nueva forma de ser contados. Resulta chocante que el criterio cuantitativo siga mostrando esta otra realidad. La audiencia es cada día más exigente con las historias que se cuentan y con cómo se cuentan. Ya no tolera la posibilidad única de una mirada ‘‘heteronormativa’’ sobre la vida. Es tiempo de modificar los criterios paternalistas para que las mujeres puedan contar sus historias. Basta ya de “protegerlas”, basta ya de financiar películas bajo una supuesta categoría cinematográfica o cultural de “hecho por mujeres”. La industria tiene simplemente que apostar por el talento femenino y soltar la pasta como en cualquier otro proyecto.
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