Elisa Beni: «Los cuidados han sido una especie de esclavitud que ha impedido hacer nada propio a millones de mujeres»
Lara acaba de comprar un piso en Madrid a un precio más que razonable dada la situación del mercado inmobiliario en la capital. No se ha preguntado por qué se ha vendido a ese precio, pero en la fiesta de inauguración que dará para sus compañeros lo descubrirá: allí murió una mujer cuyo cadáver momificado tardó diez años en descubrirse. ¿Quién era aquella mujer? ¿Quién puede morir tan solo, sin que nadie le reclame?
Lara es una de las dos protagonistas de Una mujer no muere jamás, la nueva novela de la periodista Elisa Beni, que se presentó el pasado 28 de abril en la Biblioteca Bidebarrieta de Bilbao. La otra protagonista del relato es, precisamente, la mujer fallecida: Maixabel. Alternando dos épocas y dos vidas, Beni construye una inteligente novela sobre cómo se tejen los afectos y se repiten las historias. Cómo una persona que jamás conoceremos puede cambiar la vida de otras muchas, tiempo después, como un eco que nunca cesa aunque no podamos escucharlo.
Elisa Beni es autora de las novelas Peaje de libertad y Pisa mi corazón, dos textos de género negro que escribió, cuenta, con un mapa: una estructura cerrada en la que todos los ángulos de la historia están alicatados antes de empezar a escribir. Con Una mujer no muere jamás ha optado por lo contrario: dejarse guiar por una brújula que ha ido, intuitivamente, tejiendo las historias de Lara y Maixabel.
Tras varias novelas de género, Una mujer no muere jamás parece marcar otra senda en su obra. ¿Cómo nace esta novela?
No sé cómo nace esta novela, ni si hay algún escritor que sea capaz de explicarlo con pelos y señales. Hemingway decía que la creación era una especie de pozo interior que se va llenando. El escritor solo es capaz de sacar agua cuando el pozo está suficientemente lleno, pero no sabe ni de dónde procede ni cómo se ha llenado. Me parece que es una imagen muy visual de cómo se produce el proceso.
Si vamos a la anécdota, la historia se empieza a fraguar dentro de mí cuando muere mi madre. Esta novela tiene bastante reflexión sobre la ancianidad, la enfermedad y la muerte. La muerte de mi madre, digamos, es el germen, pero el detonante llega más tarde cuando leo en la prensa el siguiente titular: «Hallado el cadáver momificado de la amante de un arquitecto».
Ese titular me llevó a hacer una reflexión interna respecto a cómo a uno le puede llegar la muerte en soledad. ¿Cómo una persona puede llevar diez años muerta sin que nadie la eche de menos? Estuve reflexionando sobre el asunto hasta que decidí que iba a darle una vida a esa y otras mujeres que como ella, fallecieron en soledad y fueron mucho más que ‘la amante de’.
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