En educación las expectativas lo son todo… ¿lo son todo?
Cuando escucho la dichosa frase, siempre respondo ¿falsas expectativas de quién?, ¿del alumno o alumna?, ¿de su familia?, ¿de sus docentes o solo de alguno de ellos? En esto de las expectativas, como en todo, existen frustradores y frustrados. Y si se hace caso a los frustradores, se echará por tierra el futuro del frustrado, en la mayoría de las ocasiones de forma irreversible. Es más, en el fondo, lo que se oculta cuando se afirma esto respecto de un alumno o alumna, es la incapacidad del frustrador o frustradora para ayudar a que se desarrollen todos sus potenciales para lograr los sueños a los que tienen derecho y que pueden truncarse porque otros deciden que supuestamente no los merecen.
Me animó a escribir este artículo la desesperación de una buena amiga, cuya hija, que ha progresado perfectamente durante todo su periplo escolar, se ha encontrado en el último momento con una docente que se ha erigido en frustradora de los sueños de su alumna. Una chica brillante que quiere ser psicóloga y que ha sacado un 10 en dicha materia de 2º de Bachillerato -tiene dos más en las notas de ese curso-, pero que tiene un 3 en una materia de la que ni tan siquiera se examinaría en la EvAU. Que esta nota, irrelevante para el futuro de la alumna, y excepcional por ser la única así en un expediente brillante, cortara sus posibilidades de acceder a la prueba y hacer la carrera que desea, no ha sido valorada como injusta por la docente en cuestión, ni se ha permitido que el equipo docente pudiera hacer nada al respecto. Desde luego, este tema hubiera tenido un final muy distinto si se pudiera aplicar ya el cambio experimentado en la LOE por la Lomloe, y explica perfectamente por qué se podrá desde ahora salvar el derecho de veto que tiene un docente sobre el futuro académico de un alumno o alumna. Y no piensen que su madre -mi amiga- se queja porque desconoce de lo que habla -según la jerga de quienes suelen desacreditar las opiniones de las familias-, porque también es docente y conocedora perfectamente del sistema educativo.
Siendo que su hija quiere ser psicóloga, me vino a la cabeza inmediatamente lo sucedido con mi propia hija, que también quiere ser psicóloga y está cerca de serlo. Cuando realizó el Bachillerato, se encontró con una docente de Física que le llegó incluso a decir que cambiara esa materia por Filosofía, algo que mi hija no hizo porque le hubiera impedido ser lo que quiere ser. No hizo caso de las “expectativas” que su docente tenía sobre ella, y la superó -a la materia y a la docente-, aunque le hiciera retrasarse un año y tener que cursar los estudios por la UNED -está encantada con esa universidad, dicho sea de paso-, enfrentando la carrera en unas condiciones más duras -desde mi punto de vista- que por el camino al que tenía derecho. La frustradora de este caso estaba tan equivocada, que mi hija ha superado todos los créditos vinculados con las matemáticas -algo a lo que la docente no daba “expectativas” de éxito-, estudiándolos en solitario sin ayuda externa, y está terminando tercero en su tercer año de estudios universitarios. No hay mal alumno o alumna, sino mala forma de enseñarles. Esta es una prueba más.
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