La educación ambiental que imparten los docentes y refuerzan los padres
La hierba cada vez está más alta en los campos de fútbol de los colegios. La educación ambiental sale de las aulas y toma el espacio antes habilitado para dar patadas a un balón. La renaturalización de los patios –su transformación en jardines o la habilitación de más sitio para la arena– busca aprovechar mejor este tradicional espacio de recreo. Se trata de que el deporte siga teniendo cabida pero que una parte de esas grandes superficies sirva como extensión de los parques o de las zonas protegidas naturales del entorno, lugares idóneos para enseñar valores medioambientales a los alumnos. Los cambios los alienta la aprobada el pasado diciembre Lomloe (Ley Orgánica de Modificación de la LOE), que busca paliar las deficiencias medioambientales en el sistema educativo, y los explica por teléfono la divulgadora y educadora Silvia Corchero: “Ha habido un alejamiento enorme de la naturaleza. Las salidas de los alumnos eran muy puntuales”. Y continúa: “Ahora se pretende que las clases al aire libre, que la educación medioambiental, tenga cabida de lunes a viernes. Es necesario una reconexión con la naturaleza”.
La educación ambiental varía en función de la edad de los alumnos. Un niño de cuatro años se sorprende con las texturas y colores que brinda un parque y el adolescente de 14 años recoge la basuraleza abandonada en ese mismo parque. Estas son las actividades y la metodología que aplican los docentes según los ciclos en los que se divide la enseñanza.
Infantil. Salir del aula
Corchero abunda en la idea de reconvertir los patios en espacios donde los niños aprendan a relacionarse con la naturaleza. “Crear zonas con arena, con vegetación, de madera. Ofrecer un entorno idóneo para despertar la curiosidad de los niños”, afirma la maestra de Educación Infantil. “Hay docentes que salen cada vez más a dar una clase de Matemáticas o Lengua en el patio”, dice esta licenciada en Ingeniería Técnica Forestal.
La pedagoga recuerda que existen espacios en el entorno próximo como parques o lugares protegidos en los que se puede impartir clase. “El niño se tiene que mover. Descubrir los colores, las texturas… de la naturaleza. Tiene que explorar”, asegura. Las piedras o las ramas que se encuentran juegan un papel en su formación. Existe un tipo de centro, el denominado escuela-bosque, que exacerba este tipo de educación. Los más tradicionales van cediendo cierto espacio poco a poco a la naturaleza. Claro que antes ya se iba a la granja escuela, a centros de interpretación y se organizaban excursiones al pantano más cercano, el cambio ahora reside en que los monitores de esas actividades al aire libre o de esos espacios se acerquen a los colegios y asesoren al profesorado. “Es darle un poco la vuelta”, resume. “La educación informal apoya a la formal”, afirma.
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