¿Nos importa (de verdad) la conciliación?
Uno de los temas en los que en España encontramos mayor consenso social es el que se refiere a la dificultad para conciliar la vida laboral y personal. Es ampliamente compartida la crítica de que en este país tenemos una jornada laboral excesivamente “alargada” que nos impide, al contrario que ocurre en otros países europeos, salir pronto del centro de trabajo. Esta valoración va unida, la mayor parte de las veces, a la también extendida opinión sobre los grandes obstáculos que existen para formar una familia debido, entre otras cosas, a la escasez de medidas que faciliten la conciliación entre la vida laboral y familiar.
Pero resulta llamativo que, pese al profundo descontento social reinante, este tema no se haya situado, ni se sitúe actualmente, entre las principales preocupaciones de la sociedad. O, al menos, así se desprende de los barómetros del CIS que nos permiten ver, mes a mes, cuáles son las cuestiones que los ciudadanos perciben como problemas del país (a nivel macro), así como también aquéllos que personalmente les preocupan más (a nivel micro). En ninguno de estos dos indicadores encontramos “oficialmente” que la conciliación entre la vida laboral y personal sea un problema para la ciudadanía, aunque “oficiosamente” sea una “queja” social recurrente; especialmente cuando se trabaja en el sector privado, en pequeñas empresas y en grandes ciudades donde, a las interminables jornadas partidas (que comienzan por la mañana, se interrumpen al mediodía con una larga pausa para la comida y no finalizan hasta bien entrada la tarde o llegada la noche), hay que añadir unos tiempos de desplazamiento más largos que hacen que se prolongue aún más la vida laboral.
No obstante, los estudios de opinión sobre la percepción que tienen los ciudadanos de la conciliación ponen de manifiesto una acusada insatisfacción social. Así, por ejemplo, una encuesta realizada a nivel nacional en 2014 por la Fundación Pfyzer revelaba que casi un tercio de los trabajadores tiene problemas para conciliar su trabajo y su vida personal. Respecto a los horarios laborales, más del 75% de los ciudadanos considera que en España éstos son excesivamente rígidos y que, debido a las tardías horas de salida del trabajo, es difícil, en el día a día, tener tiempo para estar con la familia o disfrutar de la vida personal. En la misma línea, otra encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios en 2014 reflejaba que dos tercios de los españoles opinan que en España no se puede tener una carrera profesional brillante sin renunciar a aspectos importantes en el ámbito familiar y social y que el ideal de la jornada laboral es empezar a trabajar pronto y acabar antes de las cuatro de la tarde, haciendo una breve pausa para comer.
Junto a las opiniones negativas que tienen los ciudadanos sobre la conciliación también abundan, y ya desde hace tiempo, los datos (sobradamente conocidos) que apuntan a una situación disfuncional en este terreno. Quizás el más clarificador es el que tiene que ver con la productividad. Pese a la cantidad de horas trabajadas, España es un país menos productivo que otros países europeos en los que se trabaja menos horas y con jornadas continuas. También suele aludirse a la baja tasa de fertilidad ( 1,32 hijos por mujer) que no sólo se sitúa por debajo de la tasa media (1,58 hijos) de los países de la Unión Europea, sino que es de las más bajas de Europa. Una tasa que, por otra parte, contrasta con el deseo expresado por los españoles (de acuerdo con el estudio El déficit de natalidad en Europa. La singularidad del caso español, realizado en 2013 por la Obra Social La Caixa), de tener más descendencia (una media de 2,2 hijos). A todo ello se podría añadir el argumento de que en España dormimos considerablemente menos tiempo que nuestros vecinos europeos, fruto de unos horarios prolongados que se reflejan también en un prime time televisivo más tardío respecto al establecido en otros países europeos.
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