«Los planes de igualdad son sólo declarativos»
Cecilia Castaño (Almería, 1953) es pionera en la investigación y el estudio del género en los campos de las tecnologías de la información, la ciencia y la ingeniería. Comenzó a dar clases con apenas veintiún años, mientras terminaba la carrera, y dedicó su tesis doctoral al impacto de la tecnología en el sector del automóvil, justo cuando en las fábricas españolas comenzaban a funcionar los primeros robots. Dio sus primeros pasos como economista a finales de los años setenta con Comisiones Obreras y trabajó después en el gabinete de Joaquín Almunia, ministro de Trabajo del primer Gobierno socialista. En aquella época también colaboró con el economista y sociólogo Manuel Castells en la elaboración de un informe de referencia sobre los efectos económicos y sociales de las nuevas tecnologías por encargo del entonces presidente, Felipe González. Fue poco después, ya en los años noventa, cuando comenzó a trabajar en cuestiones de género, a las que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional.
Creadora y directora entre 2006 y 2012 del programa de investigación Género y TIC, del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya, actualmente imparte un curso en el Máster en Estudios de Género de la Universidad Complutense de Madrid, en cuya Facultad de Ciencias Políticas y Sociología ejerce como catedrática de Economía Aplicada. Ha escrito, dirigido o editado los libros Salud, dinero y amor-Cómo viven las mujeres de hoy, La segunda brecha digital, Las mujeres y las tecnologías de la información, Quiero ser informática y Las mujeres en la Gran Recesión.
Apenas le quedan unos meses para jubilarse como catedrática, un puesto que se ganó hace veinticinco años. Orgullosa de haber sido pionera en su campo, sostiene que el trabajo de los economistas debe tener una clara función social y se muestra satisfecha por haber aportado su grano de arena al avance de la sociedad española. Lamenta que la universidad sea todavía un mundo dominado por los hombres y que cada vez se gestione más como si fuera un negocio puro y duro. Le encantaría que aumentara el número de mujeres en las carreras técnicas.
¿Por qué hay tan pocas mujeres científicas, ingenieras o expertas en las tecnologías de la información?
Porque se considera un ámbito masculino. A los hombres se les identifica con la razón, y a las mujeres se las identifica con los sentimientos. Eso influye mucho en que las mujeres sientan que no encajan en esos ámbitos. ¿Por qué sienten que no encajan? Porque desde pequeñas se les dice que ese es un terreno masculino. En la familia, cuando una chica dice que quiere estudiar ingeniería, salvo que el padre o la madre sean ingenieros, no se considera adecuado, no se la estimula. En cambio, cuando un chico dice que quiere estudiar psicología, le dicen: “No hombre, tienes muy buenas notas, tienes que estudiar ingeniería”. Los chicos sienten que se espera de ellos que hagan estudios científicos o técnicos, y en cambio, las chicas sienten que se espera de ellas que hagan otro tipo de actividades, más relacionadas con los cuidados.
Aparte de estos factores, que son culturales, ¿qué otras barreras encuentran las mujeres en los trabajos con alto contenido tecnológico?
Hablamos de un mundo en el que las reglas están pensadas por y para los hombres. Por ejemplo: suele tener unas jornadas laborales larguísimas, no hay barrera entre el trabajo y el ocio. Es la imagen del informático enganchado todo el día frente a la pantalla, comiendo pizza y bebiendo coca-cola. Con frecuencia se trabajan cincuenta horas semanales o más, y también los fines de semana. Eso a la mujer le plantea muchísimos problemas. Algunos estudios muestran que hay una cierta hostilidad en el entorno hacia las mujeres. Primero, porque son minoría; hay muchas veces que en un equipo hay sólo una o dos mujeres y siempre domina la cultura de los hombres. Con frecuencia se hacen comentarios que no son cómodos para las mujeres, e incluso para muchos hombres que no comparten esa visión. El problema no es solamente atraer mujeres a estos campos; el problema es que luego se queman. Una de las razones importantes del abandono es precisamente ese ambiente un poco hostil.
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