Una respuesta feminista al artículo «La invasión de los ladrones de cuerpos»
A muchos amigos míos les ha gustado este artículo de José Ovejero publicado en este mismo medio y recomiendo leerlo antes de emprender la lectura de este mío. Yo también lo he leído con atención y entiendo que haya gustado y comparto muchas cosas del mismo, pero reconozco que me ha sorprendido que amigos con los que llevo años discutiendo de prostitución y de vientres de alquiler y, por supuesto, de feminismo, sean capaces de leer este artículo y no percibir que falta algo. Sí, estamos de acuerdo en el espíritu del artículo, en el cuestionamiento de un sistema capaz de convertirlo absolutamente todo en mercancía y que, en los últimos años está decidido a traspasar, con paso firme y militar, la última frontera, la del cuerpo. Y que lo ha hecho, además, apoyándose en una razón que lo invade todo hasta mimetizarse con el oxígeno que respiramos, la razón neoliberal y su fetiche: la libertad individual.
Lo que me ha sorprendido, tanto del artículo como de los comentarios de esos amigos que se identifican como feministas, es que no se hayan dado cuenta del elefante que está ahí en la habitación (en el artículo) sin que nadie lo haya visto: el androcentrismo; es decir, la perspectiva única de un universo exclusivamente masculino en el que todas las razones hacen referencia a esa existencia masculina que se hace equivaler con la vida, con la razón e incluso con la ideología.
El artículo analiza la situación de la prostitución, los vientres de alquiler y el suicidio asistido a la luz de su relación con la libertad individual. En la primera parte, el autor desarrolla su argumento preguntándose “por qué condenar a una persona que, haciendo uso de su libertad individual y sin causar perjuicio alguno a un tercero, llega a un acuerdo con otra que actúa con la misma libertad…?”. Y continua… “¿qué residuos de la moral cristiana dominan nuestra sociedad en virtud de los cuales un tribunal o la sociedad puede decidir lo que se permite hacer a los individuos en sus casas?”. Estas dos preguntas ya esconden varias trampas. Trampas que conocemos muy bien las feministas que somos abolicionistas de la prostitución y los vientres de alquiler y partidarias del derecho al suicidio asistido.
La primera trampa es no considerar, ni de lejos, que la prostitución y los vientres de alquiler son cuestiones que se levantan sobre la desigualdad de género, que determina cualquier consideración que se haga sobre ellas. No es el caso del suicidio asistido. A partir de ahí ya no es posible poner las tres cuestiones en el mismo plano. De hecho, es la opresión de las mujeres lo que construye lo que entendemos por prostitución y lo que conocemos como vientres de alquiler. Sin el patriarcado dichas cuestiones no existirían por lo que cualquier intento de analizarlas o siquiera pensarlas sin tener en cuenta este sistema de opresión es no solo inútil sino también androcéntrico y, por tanto, machista. Ovejero llega al punto de referirse a las madres que gestan por dinero como “personas”.
Así, la pregunta que hace Ovejero: ¿Por qué condenar a una persona que, haciendo uso de su libertad individual y sin causar perjuicio alguno a un tercero, llega a un acuerdo con otra que actúa con la misma libertad? No tiene sentido. Primero porque es imposible, dada la situación patriarcal, que un hombre situado ante la prostitución como putero y ante los vientres de alquiler como comprador, y una mujer situada como prostituta y madre de alquiler, estén nunca en la misma situación. El patriarcado condiciona de manera absoluta y siempre desigual las posiciones de hombres y mujeres en las transacciones comentadas. Y esto no es baladí, sino fundamental. No se actúa nunca con la misma libertad (y quiero remarcar lo de que sea la misma, no niego absolutamente la existencia de alguna o mucha libertad, pero nunca la misma).
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