Por unos servicios públicos libres de LGTBIfobia
Laura lleva horas despierta esperando el momento de partir hacia la escuela. Anoche estuvo preparando su falda, la camiseta que le gusta y las gomas para las coletas. No es un día cualquiera, es el primer día de curso después del verano. Han pasado muchas cosas estos dos meses y está expectante por contárselo al resto de la clase. Por eso, nada más atravesar la verja, suelta la mano de su madre y echa a correr hacia la fila donde la reciben con alegría. Tiene siete años, y ha dejado atrás el nombre de Carlos, con el que no se identificaba. Para Laura hoy comienza la oportunidad de vivir su sexo sentido. Para todo el colegio, la oportunidad de ampliar la capacidad de comprender la complejidad de los seres humanos y aprender a convivir desde el respeto a la diversidad.
Esta es una historia real, como tantas que vivimos en los centros educativos o en los centros de trabajo, en los que la diversidad es un hecho. En el caso de Laura, su familia decidió dar un paso fundamental para que Laura pudiera crecer en su sexo sentido. Han recibido ayuda de la asociación Chrysallis, que ha actuado asesorando al equipo del centro y a las familias del resto de alumnado, sobre todo si se producían situaciones de rechazo. Sin embargo, la acogida transcurrió con toda normalidad. Sus compañeras y compañeros, asumieron que Laura era una niña “con pito” sin ninguna complicación, mientras por las calles el autobús de la Asociación “Hazte Oír” esgrimía un enorme eslogan en el que se podía leer “Que no te engañen. Las niñas tienen vulva y los niños pene”. Afortunadamente Laura no lo vio. Estaba muy ocupada aprendiendo a saltar a la goma en el patio. No necesita que nadie le convenza de que lo que siente no es real, porque como dice su hermana mayor, “ella es así desde que era bebé”.
La historia de Laura no es única. Pero es importante contar que ella vive su propia historia de forma acompañada por su familia y la comunidad educativa. Algo que debería se cotidiano y es hoy un ejemplo a seguir.
La realidad es diversa, tanto en nuestras aulas como en nuestros centros de trabajo, tanto en identidad como en orientación sexual. Las personas aprendemos a querer, a relacionarnos y a decir y decidir lo que sentimos. Y nuestra obligación no es negar la realidad, sino enseñar y aprender a ser libres para amar y para ser. Necesitamos tiempo para reflexionar y debatir sobre emociones, amor, deseos y en definitiva sobre sexualidad. Temas que deben tener en cuenta y visibilizar todas las sensibilidades y desafiar las ideas estereotipadas de lo que debemos ser y de que debe ser el amor y las relaciones.
Este 2018, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales trabaja de manera prioritaria en transversalizar el trabajo sobre las identidades trans. Desde FeSP-UGT consideramos preciso sumarnos y trabajar por visibilizar las necesidades de la población trans de diferentes generaciones, con especial hincapié en la infancia, la juventud y las personas mayores, así como las múltiples y habituales discriminaciones que sufre el colectivo trans en ámbitos como el educativo, el laboral, el sanitario o el deportivo, el familiar o el cultural. En este sentido, en las próximas semanas haremos público material educativo con el fin de contribuir en la visbilidad trans en la educación.
Para FeSP-UGT la gestión de la diversidad consiste en aprender y entender que todas las personas somos especiales, diferentes y tenemos que construir espacios en los que podamos vivir sin sentir miedo a decir lo que pensamos, lo que queremos o lo que nos gusta, no podemos limitarnos a enseñar a tolerar a quien es diferente, porque en definitiva todos y todas lo somos.
Pero además de visibilizar, reconocer y vivir las diferentes maneras que tenemos de ser y entender el amor, el deseo, las relaciones y las familias debemos trabajar por crear centros de trabajo en los servicios públicos libres de homofobia y transfobia y para ello no necesitamos construir ninguna infraestructura física pero si ampliar, visibilizar y reconocer los referentes existentes. En definitiva: reconocer la realidad de una inmensa minoría.